Un barrio con espíritu solidario incombustible
El Grupo de Acción Misionera de la parroquia de San Lorenzo congrega a más de trescientas personas en una iniciativa que pide savia nueva
A. N.
Martes, 2 de mayo 2017, 13:55
Muchos pares de zapatillas gastadas llevan los vecinos del popular barrio de San Lorenzo, que desde hace diecisiete años vienen rebelándose, en la medida de sus posibilidades, contra las desigualdades en el mundo. Desde que una misionera segoviana destinada en la favela venezolana de La Pradera, en Caracas, les abrió los ojos sobre el drama de los niños sin escolarizar, reclutados por las bandas juveniles y el narcotráfico y con dificultades para disfrutar siquiera de una comida al día, el barrio se puso en marcha, literalmente, para impulsar con sus pasos una oportunidad de futuro. Y el esfuerzo no ha sido baldío. La primera niña que salió del centro para continuar sus estudios, hasta ingresar en la Universidad Católica, regresó a él para trabajar con los chavales que son atendidos en la Misión. Después de Caracas fueron Zimbabue y Haití, donde también había presencia de misioneros segovianos, los que lanzaron un SOS a la parroquia de San Lorenzo, que reparte el dinero conseguido gracias a la generosidad de los vecinos en función de las necesidades. Según explica Ignacio Morales, del Grupo de Acción Misionera, el año pasado la recaudación obtenida rondó los 7.000 euros, conseguidos con las rifas, la caminata y el mercadillo solidario, que tendrá lugar el domingo que viene.
Después del desapacible tiempo del fin de semana, un sol espléndido acompañó ayer los pasos de los más de trescientos andariegos que cubrieron un circuito de unos diez kilómetros. La caminata volvió a atraer a familias enteras y grupos de amigos, que se enfundaron el chándal y las deportivas para recorrer codo con codo el camino, jalonado de magníficas vistas, que parte de plaza de San Lorenzo, sigue por El Sotillo y La Lastrilla, pone rumbo a Zamarramala, desciende junto a la iglesia de la Veracruz, recorre la Alameda del Parral y concluye en el lugar de partida. La temperatura era fresca, pero agradable, aunque el día había amanecido nuboso, «lo que probablemente ha hecho que algunos se echen atrás, porque pintaba un poco lluvioso», señaló Ignacio Morales.
Después de diecisiete ediciones, el entusiasmo sigue intacto, aunque se echa en falta un relevo generacional. «Necesitamos savia nueva, que la juventud se implique un poco más, porque nos vamos haciendo mayores y, quieras o no, se nota el desgaste», afirma.
El próximo domingo hay una nueva oportunidad para que quienes se perdieron la marcha puedan poner su granito de arena mediante la participación en un rastrillo benéfico.
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