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Un momento de la cata de Cárdaba en el restaurante Julián Duque.
Cárdaba y sus nuevos vinos

Cárdaba y sus nuevos vinos

La bodega de Sacramenia renueva sus caldos, con un inusual blanco viogner de protagonista

carlos iserte

Lunes, 21 de noviembre 2016, 19:56

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Me encanta cuando una bodega es consciente de que la renovación es ineludible para llegar a los nuevos mercados que demandan vinos aptos para todos los consumidores, y, sobre todo, me alegra mucho que los hermanos Sancha de Frutos hayan entendido el mensaje y se hayan puesto manos a la obra para convertir Finca Cárdaba en un Valtiendas de altura, y nunca mejor dicho, porque los viñedos rozan los 900 metros de altitud. Renovados vinos que dentro del Otoño Enológico de la Fundación Caja Rural se pudieron catar en el no menos transformado restaurante Julián Duque, no tanto por su decoración, que prácticamente sigue igual, sino por la nueva gerencia que desde el pasado verano ostentan los también hermanos Mabel y Francisco Piñeiro, que yo que ellos no dejaría pasar la oportunidad de oro que tienen para devolver al local el ancestral nombre que jamás debería haber perdido, porque La Taurina, con todos los respetos al bagaje histórico y gastronómico de la familia Duque, formaba parte inseparable del paisaje urbano y ancestral de la Plaza Mayor de Segovia.

Es como si pretendiéramos cambiar el nombre de Mesón de Cándido por restaurante fulanito de tal. No. Cuando Julián adquirió La Taurina debió de renombrarla, si tal era su deseo, manteniendo la esencia nominal y añadiendo una parte de su propio abolengo, por ejemplo: La Taurina de Duque, una denominación que podría haber contentado a todos los egos sin descomponer la historia de la nomenclatura del lugar.

Pero eso es otra movida. Ahora nos ocupa los tres vinos presentados, tres Valtiendas, porque «ser segoviano mola y mucho», dice la leyenda de la bodega. Yo personalmente me quedo con La Quinta del Monje, cien por cien viogner, una uva indómita que ha demostrado una adaptación increíble en Castilla La Mancha (Bodegas Vallegarcía y Maset, en los Montes de Toledo y Fuenteálamo, respectivamente), pero que hasta la fecha no había manifestado lo propio en Castilla y León hasta que Finca Cárdaba ha apostado por este fermentación en barrica de 500 litros, provisto de aromas intensos a manzanas, albaricoque y muy floral, mientras que en boca se pudo apreciar su potente estructura, acidez moderada y recuerdo largo que le vino como anillo al dedo con la cremita ligera de calabaza con crujiente de jamón y picadito de gamba. Un acierto de los hermanos Piñeiro y del enólogo de la bodega Antonio Barragán.

Enólogo que contó con el verbo de Mazaca, toda una garantía para cualquier sarao vinícola, quien nos recordó también los extraordinarios syrah que se producen en la zona, aunque nos tuvimos que conformar con un Roble de 6 meses, armonizado con solomillo ibérico con salsa de trufa y patata panadera. Nada que exigir a este «matrimonio» y menos todavía por los 15 euros que costaba la cata de tres vinos y otras tantas propuestas gastronómicas, que por si fuera poco estuvo amenizada por las canciones de 3 Cups.

Añadir, en todo caso, la corrección del rosado de tempranillo Viña Sancha 2015 que abrió la degustación, aportando un fresa amplia en nariz y un frescor en boca, potente y redondo, que se unió con agrado a la tosta de salmón marinado con base de queso fresco y caviar del Mediterráneo. Bien por los cuatro hermanos.

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