«En España, el cómic gana lectores, pero aún le queda mucho para tener industria»
Alfonso Zapico, Premio Nacional de Cómic, presenta su último libro, ‘La balada del norte’, sobre el Asturias de la revolución obrera
Carlos Álvaro
Viernes, 19 de febrero 2016, 10:31
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981), ilustrador y autor afincado en Francia, obtuvo el Premio Nacional de Cómic en 2012 por Dublinés, una novela gráfica sobre la vida de James Joyce. Ahora acaba de publicar el primer volumen de La balada del norte (Astiberri Ediciones), un extraordinario trabajo sobre la Comuna de Asturias de 1934, la última gran revolución obrera de Europa. Zapico presentó ayer su libro en la librería Intempestivos.
En La balada del norte aborda uno de las pasajes más interesantes de la historia reciente de España: la Revolución de Asturias.
Sí. La historia comienza en 1933, un año antes, y la acción se desarrolla en un pueblo minero de Asturias, un pueblo que no existe. Este primer tomo está centrado en los antecedentes: cuenta un poco la historia de la IIRepública, los acontecimientos de 1933, y justo al final de esta primera parte es cuando estalla la revolución en las cuencas mineras. Por tanto, la revolución en sí no llegará hasta el segundo tomo, que publicaré el próximo año. Digamos que este es un primer tomo que sirve para presentar el contexto, el escenario, los personajes, cómo se relacionan entre ellos, todo lo que va a pasar... Ahora mismo estoy dibujando ya las ilustraciones del segundo.
Supongo que es un episodio que conocía bien, aunque solo sea porque nació en Asturias.
Pues no lo conocía muy a fondo, la verdad. En realidad, diría que la revolución, la historia, es una excusa para dibujar y hablar de aquella sociedad de los valles mineros que tanto ha marcado la identidad y la forma de vida en Asturias. La industria del carbón es hoy una industria moribunda, que se extingue, y con ella una forma de vida. Así que he querido volver a esa sociedad, que conozco bien, y me he detenido en un momento clave de su historia. Me apetecía dibujar y hablar sobre ello porque tengo la impresión de que después vendrá el olvido.
¿Ha sido complicado el trabajo de documentación?
Es muy difícil documentarse sobre la Revolución de 1934, curiosamente porque existe mucha documentación, aunque las versiones difieren dependiendo de si interesa contar la historia de una manera o de otra. Así que lo que he hecho ha sido narrar lo básico, meter al lector en el contexto de la II República e informarlo. También es verdad que me he centrado más en las cosas cotidianas, en la realidad diaria, y en ese campo sí que me he documentado mucho, porque he tratado de conocer a fondo cómo era la vida en los valles mineros, cómo era el trabajo en las minas de carbón, en las fábricas, cómo hablaba esa gente... Incluso las anécdotas que salpican la historia son reales porque tienen una base documental.
¿Ha hablado con algún testigo de la época?
Conozco a una señora que hacía teatro aficionado cuando estalló la revolución. Tiene 98 años y me ha contado un poco de todo aquello, pero, claro, cada uno lo cuenta a su manera. Tú eres el que tienes que coger perspectiva y tratar de contarlo lo mejor posible para que el lector lo entienda.
Sus trabajos suelen tener un componente histórico. ¿Le gusta la historia?
Mucho. Y la literatura. Hay un poco de historia y de literatura en cada libro que hago, pero es algo que viene de ahí, de mi amor por la historia y la literatura. Me gusta mucho jugar con la historia para poder hablar de cualquier cosa, de cualquier tema.
Y contar la historia a través de un cómic debe de ser algo apasionante. Usted es un dibujante, pero también un escritor.
Son lenguajes diferentes. Ytengo ventajas y desventajas. He leído muchos libros sobre Asturias, sobre las minas de carbón, sobre la propia revolución, y los historiadores tienen la capacidad de contar todos los detalles, pero yo soy muy poco documentalista porque carezco de esa capacidad para ofrecer tanta información. Sin embargo, tengo la capacidad de ser más ágil, de dibujar ese ambiente, esos pueblos, las fábricas... Bueno, no doy tanta información y tan rica como me gustaría, pero sí la doy de manera más directa. Por otra parte, no es lo mismo leer un cómic de asunto histórico que un libro. También depende del tipo de lector, claro.
En 2012 ganó el Premio Nacional de Cómic por su obra Dublinés. ¿Qué ha supuesto para usted este reconocimiento?
Un empujón muy importante que trato de aprovechar. Es cierto que un libro que funciona muy bien es un golpe de suerte y puede ayudar al resto, pero un premio nacional arrastra. A mí ese premio me ha servido de mucho, sobre todo porque me ha dado capacidad para dibujar más libros.
¿Cómo se encuentra el cómic en España en este momento?
Está bien y no. Por un lado resiste bien la crisis editorial; el cómic está llegando a lectores a los que antes no llegaba y está entrando en librerías generalistas, festivales, etcétera, pero nos falta camino para crear industria. Nos queda mucho trabajo por delante, aunque yo soy muy optimista: me gusta lo que se está haciendo en España.