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Eva Cañas
Salamanca
Sábado, 31 de marzo 2018, 19:09
Llegada la medianoche del Viernes al Sábado Santo, en el interior de la Catedral Nueva comenzó a escucharse la ‘Marcha fúnebre’, de Chopin, que interpretaba la Banda de Música de Alba de Tormes detrás del paso de palio de Nuestra Señora de la Soledad.
Poco a poco se acercaba al dintel de la Puerta del Obispo, desde donde iniciaría su noche de luto y duelo por la muerte de su Hijo. Ya en la calle, cuando solo tenía la noche bajo su techo, recibió una petalada y algún piropo de entre el público, «¡Guapa!»!, y que se escucha de forma constante en su recorrido.
Junto a esa Madre, la Señora de Salamanca, iba otro paso, el de La Soledad de la Cruz, cargado por los más jóvenes de la hermandad. Y el luto de la imagen de Mariano Benlliure iba acorde con el de los hábitos de sus hermanos.
Y en la plaza del Concilio de Trento se vivió el tradicional encuentro entre Nuestra Señora de la Soledad con la Esperanza, de la Hermandad Dominicana, donde se congregaron cientos de personas. Como ya es habitual, la imagen se acercó al dintel de la puerta de San Esteban para saludar a La Soledad.
Tras este gesto, la imagen prosiguió debajo de su palio por el recorrido marcado, aunque siempre con la amenaza de que la lluvia empañara la noche. Lo que siempre estuvo presente fue el frío y el viento que azotaba en ocasiones contra el palio de la Virgen y el hábito de los hermanos.
Otro momento único en esta procesión de la madrugada del Sábado Santo es su paso por la Plaza Mayor. Cada año, se queda a oscuras para recibir a Nuestra Señora de la Soledad, en la intimidad y el susurro de la noche.
Y como cada año, sonó el Ave María cantado en directo. Un momento de recogimiento tanto para los cofrades que sobre su pecho llevan grabado el emblema de la hermandad como para los que lo viven desde la acera y la rezan, y la cuentan sus penas o alegrías.
Toda la devoción que se siente hacia esta imagen todos los días del año, en su procesión se respira en cada esquina, porque la gente se emociona y la reza. Después de llegar a las entrañas de la ciudad, regresó a su templo, siempre acompañada de sus devotos cofrades y de que gente en la calle, pese al frío.
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