La Sierra de Francia celebra su propio San Fermín en el camping del Casarito
maría jesús gutiérrez
Lunes, 13 de julio 2015, 12:53
Si hablar de San Fermín te lleva a pensar automáticamente en Pamplona, hablar de San Ferminín en la zona de la Sierra de Francia es hablar de El Casarito (Nava de Francia), y en concreto del camping Sierra de Francia, donde el año pasado se inició una celebración con dicho nombre el fin de semana de los San Fermines pamplonicas, que este año volvió a cosechar un nuevo éxito de participación, ya que en la jornada de ayer logró atraer a un buen número de personas de todas las edades, desde niños y jóvenes hasta adultos, la mayoría de ellos vistiendo su atuendo blanco con el pañuelo rojo al cuello.
Así, al mediodía y como es ya costumbre en esta celebración, comenzaba el encierro con las reses de la ganadería Gloria de Pablos, las cuales se fueron a buscar por la mañana a una finca cercana. Mientras llegaban, los corredores ataviados para la ocasión calentaban y realizaban estiramientos mientras se encomendaban al santo San Ferminín del Castañín, como manifestaban los dueños del camping y promotores de este evento que pretende no sólo atraer a los visitantes a la comarca serrana sino también promocionar las tradiciones españolas.
De esta forma, sobre las 11:00 horas, la caravana con las reses hizo entrada en el camping, entre pitos y algarabía para, tras un último canto de los presentes a San Ferminín, dar paso al chupinazo y con él, al comienzo del encierro.
Los corredores demostraron, durante todo el tiempo, valentía y las reses, bravura. No hubo que lamentar daños y aunque los mansos tuvieron que salir a por un par de toros rezagados, el encierro fue limpio y muy lucido; y la diversión asegurada en todo momento, no sólo entre los niños, sino también entre los mayores.
Acabado el encierro, los asistentes se desplazaron hasta el coso taurino creado para la ocasión, donde el maestro de plaza, Quillo de la Sierra, dio comienzo a la faena. El primer morlaco, de nombre Mimosín, salió flojo -según los entendidos- y sin ganas de hacer faena y tras las protestas del público tuvo que ser devuelto a corrales, entre pitos de decepción y acompañado de los mansos abandonó la plaza.
Con el segundo de la mañana, Avispado II, la cosa cambió radicalmente y con gran bravura ayudó al maestro a cuajar una faena de las que hacen historia. Tras una aparatosa cogida, en la que tuvieron que intervenir las asistencias sanitarias, el maestro no quiso abandonar su faena y tras unas curas dio muerte a Avispado, ganándose el fervor del público que -como no podía ser menos- premió con las dos orejas y el rabo al valiente matador.