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Ronaldo Nazário, en el World Football Summit. David Fernández-EFE

La vida es sueño

A banda cambiada ·

El autor valora las ya famosas palabras de Ronaldo deseando que el Real Valladolid juegue Liga de Campeones dentro de cinco años

Jesús Moreno

Miércoles, 16 de octubre 2019, 18:12

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Hace unos pocos días, en el World Football Summit celebrado en Madrid, el presidente del Real Valladolid Ronaldo Nazário, además de exponer las líneas maestras de un proyecto que todavía está en proceso de asentarse en Primera División de manera definitiva, manifestaba que el objetivo a medio plazo tenía que ser pensar a lo grande. Tenía que ser clasificar al Pucela para jugar la Liga de Campeones.

No hay nada que reconforte más entre los accionistas y clientes de una empresa que comprobar que los responsables del Consejo tienen trazada una hoja de ruta a través de la cual poder ir consiguiendo los objetivos marcados. Paso a paso, sin prisa, pero sin pausa. Nada genera más ilusión entre los aficionados de un club de fútbol que poder observar que todos los organigramas con tareas de responsabilidad han diseñado un proyecto a medio plazo con el fin de que aquel vaya caminando deportiva y económicamente de manera efectiva y sostenible. Sin la artificiosidad de las grandes fortunas árabes que ven en los clubes de fútbol un antojo, un juguete de niño rico, un pasatiempo de vida efímera hasta que el aburrimiento de su mandatario o la nueva moda con la que se encapriche, lo dejen al borde del fallecimiento de pura inanición.

Sin embargo, los buenos deseos siempre traen consigo una cara B, un reverso tenebroso, un alter ego. El fútbol, por más que se tecnifique, por más que la profesionalidad de todos los que participan de él pretendan controlar hasta el último detalle, no dejará nunca de ser un juego con su dosis de suerte, con su porción de azar. Un deporte con demasiados detalles imponderables capaces de hacer saltar por los aires la planificación de todo un curso. Jugar competición europea se tiene que articular como una suerte de principio rector de la gestión de Ronaldo y su equipo, no como una obligación que saque a relucir la palabra fracaso de no obtener tal premio. Es ahí, en realidad, donde radica el otro trabajo del club. Gestionar la frustración de quien espera con la ilusión de un niño en la noche de Reyes que pasen estos cinco años para poder pasear su bufanda por los campos de Europa, si el viaje finalmente no se produce. El actual Real Valladolid camina por la vida como el príncipe Segismundo de Calderón de la Barca: con la ilusión grabada en la mirada, pero con la serenidad de que los sueños, por el momento, sueños son.

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