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Real Valladolid 24-25: un final que nadie supo detener
Certificado de defunción

Real Valladolid 24-25: un final que nadie supo detener

Tres entrenadores, la venta de jugadores como Monchu, Boyomo, Lucas Rosa o Juma,... Ahora ya solo un cambio de propiedad y nuevas ideas pueden cambiar este paisaje que ha dejado Ronaldo

José Anselmo Moreno

Viernes, 25 de abril 2025, 06:38

Así, por lo fácil, hacer la crónica de este descenso anunciado sale casi solo, pero vamos al lío de un modo más analítico. El descenso del Real Valladolid era un murmullo persistente desde el mes de septiembre, un hecho consumado desde el 0-4 en Zorrilla ante el Sevilla y ha sido certificado este jueves ante el Betis. Tradicionalmente los equipos sevillanos han estado siempre rondando estos momentos tan nuestros, para bien o para mal. Es evidente que no ha sido un fracaso repentino, como lo de otras veces, sino una muerte lenta, una agonía que se ha hecho especialmente larga y gestada en errores que van más allá de lo habitual. Mientras la categoría se escapaba como agua entre los dedos, el mercado de invierno sirvió para confirmar que el peor equipo de Primera estaba empeñado en batir récords. El Pucela es así, igual te mete un gol en lo que dura un pestañeo que baja a lo grande, en el mes de abril. Igual que subió a lo grande en abril de 2007. Solo que como dice la canción de Celtas Cortos, «ya no queda casi nadie de los de antes y los que hay, han cambiado».

El José Zorrilla, ese estadio que era una pesadilla para los rivales, según le confesaban a Gail sus compañeros de la AFE, ha pasado a ser un tanatorio, donde se ha ido velando al muerto poco a poco. Partido a partido, que dice ahora Simeone y dijo mucho antes Juan Carlos Pastor. Ni siquiera hubo destellos esporádicos de esos que te pueden hacer dudar y, de algún modo, alumbran el camino. La pantalla del equipo pasó a negro, como las teles estropeadas, hace ya varios meses. Se podría hablar también de encefalograma plano pero es que en los encefalogramas se «dibujan» picos y aquí, ni eso.

Ronaldo, ese presidente que prometió horizontes de grandeza, desapareció esta temporada bien pronto, lo cual ya hacía presagiar que ahí dentro la cosa estaba chunga y que muchos sabían que el final estaba escrito. No obstante, ha sido un desenlace distinto porque se ha bajado fuera de casa y esta vez no hubo lágrimas públicas o insultos. El guión ha sido otro. Tal vez un descenso vivido por televisión, en el sofá, en silencio, rodeado de los tuyos, duela más que con el ruido de un estadio. Ahí te ves acompañado por miles de personas que sienten lo mismo que tú. No es lo mismo.

Ser del Pucela es amar con sufrimiento, saber que los disgustos y los tropezones forman parte de la subida a la montaña. Sin embargo, esa montaña nunca fue tan escarpada. Tan dura. Tan fría. Tan siniestra. Y todo eso, el año con más respaldo social de la historia, lo cual hace prever que esta «muerte» no puede ser tal. Ni mucho menos. Puede ser una pausa antes del próximo ascenso o puede que estemos 16 años lejos de Primera, como otras veces, pero si hay 24.000 personas detrás de este «muerto», el desenlace no puede ser tan perverso.

Es curiosa tanta mediocridad en tiempos de tanto aliento. Nunca hubo tanto. De 1980 a 2004 este club militó una sola temporada en Segunda y el nivel de exigencia era alto. Solo hay que recordar que la entrada habitual eran 12.000 personas. Ahora la gente apoya masivamente y se deja la garganta cantando el himno. No merece un maltrato psicológico como el de este año, en medio de la poca o ninguna empatía de la propiedad. Esas propiedades de ahora pueden convertir el sentimiento de cada uno en un juguete y eso es cruel.

Este club que vivió un descenso en 24 años y lleva seis en los últimos 19 será pronto centenario. Ese bagaje es un tremendo castigo a la línea de flotación de las emociones. Nunca se acostumbra uno a la frustración aunque ahora ya sabemos el camino que toca recorrer. De memoria. Realmente bajas el día que en el primer partido en Zorrilla, ya no hay 24.000 sino la mitad. Y enfrente podría estar perfectamente el Eldense. Otra vez.

En este descenso ni siquiera puede apelarse a un momento concreto, como aquella pifia de Masip en Valencia. No lo hay. Ha sido una consecución de catastróficas desdichas. Para descender hay que hacer muchas cosas mal y estamos en un punto muy complicado. No sabemos si ese aliento, incondicional y masivo, soportará tanta mediocridad, tan repetida y tan persistente. Esta temporada, por ejemplo, ha habido palizas de siete goles en contra, ha habido un jugador que trató de pegar a otro en el banquillo, ha habido una afición que nos aplaudió por lástima (la del Getafe) y al partido siguiente, el entrenador dijo tras encajar cuatro goles que estaba contento y que era la imagen que quería dar. Todas esas cosas, tangibles e intangibles, han hecho mucho daño. Ahora ya solo un cambio de propiedad y nuevas ideas van a poder cambiar este paisaje que ha dejado Ronaldo.

Ronaldo Luís Nazario de Lima llegó hace siete años al Ayuntamiento de Valladolid en loor de multitud. Sin embargo se ha pasado de aquel 'Bienvenido Míster Marshall' al 'Ronaldo go home'. Baste recordar que esta temporada hubo un partido en el que casi 2.000 aficionados prefirieron no entrar al estadio durante la primera parte. Cambiaron ver a su equipo, que por cierto ese día no perdió, por hacer valer el respeto que merece esta afición.

Tres entrenadores, cada uno con sus miserias, la venta de jugadores como Monchu, Boyomo, Lucas Rosa o Juma, más haber tenido en el escaparate a Raúl Moro todo el año y la llegada de futbolistas sin nivel, han sido circunstancias duras de sobrellevar. Dicen que la gota rompe la piedra no por su fuerza sino por su constancia y al final, tanta calamidad ha hecho que el estadio acabara medio vacío en el último partido. Las goleadas y la falta de fútbol no solo han ido vaciado Zorrilla, también han dejado en evidencia decisiones incomprensibles que ha firmado Catoira pero que tienen detrás muchos «padres».

En medio de los desengaños, los cánticos de 'Ronaldo, trilero, dónde está el dinero' se acrecentaron. Mientras tanto, el equipo rompía moldes históricos y hacía números que avergonzaban a la mayor masa social de su historia. Algunos iban a cada partido con su pancarta de «Ronaldo go home». El violeta se tornó amarillo. Y ante este panorama el club, que ha funcionado con el piloto automático en los últimos meses, decide apostar por las epístolas. Envía cartas a los abonados que en algún caso eran como gasolina para el fuego. Estás amargado por tu equipo y cuando se te va pasando el disgusto del fin de semana, te escriben para explicártelo y abrir otra vez la herida.

Podía haberse mitigado tanto dolor esbozando la planificación de la siguiente temporada, con dos meses de ventaja, pero nada de eso ha sucedido a la espera de que Julio Senn venda el club porque Ronaldo ya es actor secundario en esta tragedia. En los siete años de 'O fenômeno' el club ha ido y venido de la Primera División como las olas llegan a la playa. Esta vez la arena se nos ha metido en los ojos, pero hay que seguir y mirar hacia delante. Eso no quiere decir pasar página sin más. Hay que aprender de los errores y este año hay un buen puñado, de todos los colores. Menos del violeta de la camiseta.

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