Lago Junior, un delantero de Primera cocinado a fuego lento
El marfileño disputó 55 minutos en la máxima categoría con el Numancia hace diez años pero hasta esta temporada se ha tenido que batir el cobre en los campos de Segunda y Segunda B
Recogía el teletipo con el que se anunciaba hace casi once años la llegada de Lago Junior al Numancia, procedente del Issia Wazi de Costa ... de Marfil, la preocupación por la integración de un joven delantero que por aquel entonces tenía 18 años. Por ello, el club soriano había decidido colocar a su lado a una persona a modo de «lazarillo», contratar a una profesora de castellano y hacerle un hueco en una casa ocupada por dos canteranos para que el futbolista que fue descubierto en un torneo en Burkina Faso se acoplara al cambio radical de vida al que se enfrentaba.
«Pasé de vivir a cuarenta grados a hacerlo a cinco bajo cero. Nunca había visto la nieve. El primer día me dieron un plato de pasta y después pollo asado y aluciné con que hubiera un segundo plato y hasta postre», relataba tiempo después el hoy jugador del Mallorca.
Llegado en enero de 2009 a un Numancia que disputaba su última campaña como equipo de Primera, al marfileño Junior Wakalible Lago (31 de diciembre de 1990, Abiyán) le costó mucho convertirse en jugador de la máxima categoría del fútbol español. En sus primeros cinco meses en Soria jugó solo 55 minutos repartidos en cinco partidos y después se vio obligado a luchar durante diez temporadas por volver a algunos de los mejores estadios del mundo.
La suya es una historia de trabajo y fe y también la constatación de que en el fútbol no se le cierra la puerta a nadie si su rendimiento es el idóneo; si no que se lo digan a otros como Jaime Mata o Enric Gallego.
El marfileño jugaba hace solo dos temporadas en campos de la categoría de bronce como los de Formentera, Olot o Elche, en una temporada excelsa del Mallorca que terminó con el primero de los dos ascensos consecutivos que han llevado a los de Son Moix de nuevo a Primera. Seguramente en ese momento no era consciente, pero al fin se había colocado en el camino correcto hacia su consolidación en la élite. Para la causa le rescató Vicente Moreno, su entrenador durante dos temporadas en el Nástic en Segunda B. Con él sumó 17 goles antes de salir traspasado al Mirandés de Segunda, del que pasaría al Mallorca.
Ya en su tercera temporada en la isla se volvió a cruzar en su camino su actual técnico, que reimpulsó a uno de los clubes históricos de Primera y de paso al marfileño, que de su mano regresó a la élite, ya mucho más hecho.
Entre el joven que necesitó una traductora en sus primeras declaraciones en España y el que el verano pasado levantó la carcajada general al utilizar una expresión muy castiza para asegurar que celebraría el ascenso con sus compañeros pero también con su mujer, con la que va a todos lados, han pasado 147 partidos en Segunda B y 153 en Segunda. Ya es importante al máximo nivel, pero no ha llegado a él por la vía rápida.
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