¡En Primera…. y ya está!

Antes, y muy a duras penas, contenía casi de manera agónica el suspiro que le permitiese escuchar ese pitido final que devolvía al club a la Primera División del fútbol español. Atrás quedan 41 jornadas de un campeonato envenenado por las circunstancias y sembrado de tantas dificultades como partidos disputados y semanas recorridas; algo que ha traído consigo el que nadie se haya sentido feliz completamente hasta ayer a las 20:30 horas.

Se sabe de siempre que este tipo de encuentros los acaba cargando ese diablo que conforman el miedo al fracaso, la ansiedad por el triunfo necesario y el deseo incontenible de alcanzar ese objetivo que te permita seguir en la pelea futura. El resultado inequívoco suele ser un partido de estas características, donde la ansiedad te hace jugar como novato y la parroquia te lleva en volandas a terminar ganando el partido gracias a la experiencia de los últimos minutos. Y en todo ello, que la diosa fortuna te devuelva al final lo que te ha ido quitando antes.

Entrar a buscar la excelencia del mejor de los dieciséis actores, o discutir la idoneidad de alineaciones, demarcaciones o sistemas, sería un insulto, en un día como el de ayer, a los quince restantes. Estamos ya muy acostumbrados a ver gestas imposibles de realizar a priori en el fútbol y que se llevan a cabo más allá de los noventa minutos.

Todo lo que sucedió ayer en ese remozado Zorrilla, más violeta que nunca, forma parte de esa magia que envuelve dentro de un recinto deportivo a un público orgulloso del equipo de su ciudad; y junto a ellos, unos futbolistas y un cuerpo técnico que lo han puesto todo, con sus aciertos y errores -como todos los que estamos en esto-, al servicio del éxito… y, además, lo han conseguido.

Lo presenciado en Zorrilla es la constatación, para aquel que tenga dudas, de que el fútbol es mucho más que la imagen transmitida por aquellos que lo denostan con sus conductas; para los incrédulos, quedará la imagen de esos niños, adolescentes, jóvenes y más mayores, que ayer se pusieron una camiseta y subieron al Zorrilla a dejarse el alma aupando al Pucela.

Es tiempo pues de hablar de enhorabuenas y reconocimientos. A todos los que colaboraron con su trabajo diario y esfuerzo continuo, porque, amén de cumplir con su obligación, nos ayudaron a recuperar la felicidad perdida hace ahora un año. Futbolistas, administración y cuerpo técnico devuelven al equipo de la ciudad a su máximo escalón.

Si los futbolistas son siempre los verdaderos protagonistas de este invento, no cabe duda de que quienes vienen a trabajar día a día con ellos son los máximos responsables en las buenas así como en las malas. Enhorabuena pues y gracias por devolvernos la posibilidad de seguir siendo de Primera División. Siempre recordaré a Marcos Fernández y su máxima. «Una ciudad es verdaderamente importante cuando posee un Corte Inglés y un equipo en Primera División». Y tenía toda la razón. Por ello míster, no llores de rabia por saldar la deuda contraída, sino más bien, hazlo de alegría por haberlo podido compartir. ¡Creéme!