Un punto para el Becerril para luchar por el objetivo de la permanencia
El conjunto morado firma tablas ante La Granja en un partido sin goles y sigue sin conocer la derrota en esta fase decisiva
sergio perela
Domingo, 9 de mayo 2021, 22:59
A estas alturas de la temporada, en el grupo en el que los equipos castellanos y leoneses se están jugando la permanencia en la Tercera, cada partido empieza y termina impregnado de tensión y apuros. Los entrenadores se muerden las uñas y los minutos pasan a ser algo tan intangible que dejan de pertenecer a ese tiempo mensurable que tan relativo llega a ser dependiendo de a quién favorezca. El cara a cara entre La Granja y el Becerril fue eso, un enfrentamiento de dos púgiles mirándose firmes, sin perder la cara al partido y planteando cada acción como si fuera la última. Lástima que todo el resto de condiciones, sobre todo climatológicas, lo afearan. Pocas cosas hay peores para el fútbol que la mezcla entre viento y agua. Viento con grados traídos de la sierra y agua como tirada a cubos, constante y pesada.
CD La Granja
Loren; Cuadri, Iván, Pluma, Cristian (Alberto, min. 62); Gabi, Miguel, Ibra; Ayoub (Hamza, min. 62), Velasco y Lázaro.
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Becerril
Sevillano; Ismael (Ricky, min. 46), Diego Martín, Sierra, Carlos, Kike, Varo, Blanco (Simal, min. 77), Rubén Vallejo, Eloy (Melero, min. 68) y Kuko.
Eduardo Narganes sabía de la importancia de este encuentro, es vital seguir sumando en todos los partidos. Eso sí, mejor de tres en tres. Ayer pudo contar de nuevo con Melero y con Riki, ambos entraron en la segunda parte, para dar más calidad y fuerza al conjunto palentino, que sumó un punto insuficiente -en un partido sin goles- para el objetivo de la permanencia. Y tuvo ocasiones, al igual que su rival. Y tuvo muy claro cómo debía jugar en el Real Sitio. Bien pertrechado, con líneas muy juntas y una sección defensiva que actúa con la premisa del «zapatero, a tus zapatos». Nadie se movía un centímetro si suponía salirse de su zona de protección. Atrincherados, los palentinos se encomendaron a sus peremnes dos puntas y al balón parado.
Sobriedad becerrileña
La Granja era ímpetu y el equipo palentino, sobriedad. Ante los empujones celestes, aguante y paciencia. Con esas armas tuvieron en la primera parte un mano a mano muy claro que Loren supo sacar, fruto de un error defensivo de los locales. Y los de Ricardo tuvieron también otro par, sobre todo un balón al larguero de Miguel. Con todo abierto, tocaba encomendarse a una segunda parte maldita porque al factor viento se le iba a sumar el elemento del agua.
Cuando al entrenador granjeño se le mete una idea entre ceja y ceja, mientras el plan de partido no se mueva demasiado, él persiste. Seguía pensando que con la velocidad y la potencia de Lázaro por la izquierda, las cosas iban a salir. Como Ayoub parecía flaquear por la derecha, metió a Hamza. De hecho, cambió toda la banda, porque decidió jugar con Alberto como lateral y pasar a Cuadri al costado izquierdo. Tenía que jugar con los estados de forma y ver si, de paso, eso podía alterar también los planes de Eduardo Narganes. No ocurrió. Para el técnico palentino era innegociable el hecho de que, si no podía sacar algo, al menos no iba a perderlo.
Con el agua arreciando, los centrocampistas empezaron a dedicarse más a perseguir y pelear balones aéreos o divididos que a jugar o combinar. Metidos más a fontaneros que a albañiles, el que se pudiera mover el marcador quedaba más del lado del error. Y los hubo, por ejemplo, con un mano a mano que se inventó Lázaro ganando en velocidad a Sierra y haciendo crecer la figura de Sevillano.
La mezcla de viento y agua impidió a ambos conjuntos desarrollar su mejor juego durante gran parte del partido
La respuesta del Becerril llegó gracias a otro error, esta vez de marca en una falta desde el costado derecho, que dejaba a Blanco rematando en boca de gol sobre el cuerpo de Loren. El equipo de Palencia tendría otra buena oportunidad en otro error de marca, una descompensación por el costado izquierdo entre Cuadri y Pluma que Simal, recién incorporado, iba a mandar fuera en el primer balón que tocaba. A esas alturas de partido, justo cuando le tocaba entrar en el campo, ya se veía en la cara del atacante que había pocas ganas. Sustituir, aterido de frío y medio tiritando, a un compañero como Blanco que se iba escurriendo la camiseta en un partido que estaba siendo ingrato para todos, espectadores y protagonistas, no era el mejor plan para la tarde del domingo.
Iban quedando pocos cartuchos, cada vez estaba más claro que la pólvora de ambos equipos estaba mojada. No era mucha, eso era sabido por la situación en la que se encuentran. Sin balas, con el cronómetro corriendo inexorable y mucho más rápido que la pelota; en un partido trabado y tenso, sacar algo adelante era una cuestión ya más de fe que de fútbol.
Los cambios de Narganes daban la impresión de que estaban pensados para intentar mantener la pelota lejos de su portería más que nada, intentando no arriesgar demasiado y ver si con eso y alguna sorpresa desde la segunda línea daba para cargar algún punto más en el autobús de vuelta. No contaba quizá con la perseverancia de un inasequible al desaliento como Velasco. Siempre vaciándose en el campo, siempre tirando del carro, situado en la punta empezó a dedicarse a buscar socios, a sumar feligreses a un credo en el que solo parecía creer él.
Pero los minutos pasaron, la insistencia de Velasco no tuvo recompensa y ninguno de los dos conjuntos logró marcar el tanto de la victoria, sumando un punto, en principio insuficiente, para la lucha por el objetivo de la permanencia.
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