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El obispo de Palencia, Manuel Herrero, en la mesa de trabajo de su cuarto en la Casa Sacerdotal. El Norte
Coronavirus en Palencia: Manuel Herrero, obispo de Palencia: «No es que tuviera miedo a encontrarme con Dios, tenía miedo al dolor»

Manuel Herrero, obispo de Palencia: «No es que tuviera miedo a encontrarme con Dios, tenía miedo al dolor»

Diez días hospitalizado por el Covid-19 han permitido al obispo conocer de primera mano el trabajo «heroico» del personal sanitario

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Martes, 7 de abril 2020, 06:57

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El obispo de Palencia se recupera en su habitación de la Casa Sacerdotal tras haber superado la infección por Covid-19. Una semana después de su ingreso hospitalario recibió el alta y desde su confinamiento intenta ahora poner en orden los asuntos de la Diócesis y ayudar a los fieles a sobrellevar estos duros momentos, en los que ha tenido que suspenderse también la celebración de la Semana Santa.

–El pasado 21 de marzo sorprendía su ingreso en el Hospital Río Carrión. ¿Cómo se encontraba? ¿Qué síntomas tenía?

–El día 21, me acosté con normalidad, pero estando en la cama comencé a tener mucho calor en el cuerpo, así que me puse el termómetro y tenía 38 de fiebre, tomé un paracetamol y a las dos horas y pico me volví a tomar la temperatura y ya había bajado, y eso fue lo que me pasó. Después, a la mañana siguiente, vino al enfermero y me dijo que habría que llevarme al hospital a hacerme la prueba. Me la hicieron, di positivo y me ingresaron.

–El pasado lunes 30 de marzo recibió el alta hospitalaria y desde entonces permanece en la Casa Sacerdotal. ¿Cómo se encuentra?

–Gracias a Dios, ya me encuentro muy bien. Todos los días me toman la temperatura y está normal, y es más, todos los días me llaman del ambulatorio de Eras del Bosque, donde tengo yo mi médico de cabecera, y me piden la temperatura, el oxígeno en sangre, que está muy bien, y si tengo algún síntoma.

–¿En algún momento se planteó pasar estos días en el Palacio Episcopal, donde hay una vivienda vacía en vez de regresar a la Casa Sacerdotal sabiendo que hay una situación de riesgo?

–No ha pasado nunca por mi cabeza. En primer lugar, porque en aquella casa, en aquella habitación, qué hacía allí yo solo. Yo no estoy acostumbrado a vivir en soledad, sino en comunidad, aunque haya diversos niveles. Yo quise venir a vivir aquí, y aquí es donde está mi casa, mi habitación, mis cosas con las que trabajar...

–Ha pasado 10 días ingresado en el Hospital Río Carrión.... ¿cómo han sido esos días desde el punto de vista físico?

–Desde un punto de vista físico, han sido buenos. Yo no notaba nada. Lo único es que sí me decían que todavía quedaba algo ahí en el pulmón. Pero poco a poco, me han ido diciendo que iba mejorando. Me hacían diversas pruebas, análisis de sangre, de hecho, se puede ver todavía cómo tengo el brazo de las extracciones. Y también me hacían radiografías, así día tras día. Muy bien atendido por los médicos, por las enfermeras, por el personal auxiliar, por todos, sin duda alguna.

–Ha publicado que ha palpado «la limitación, la fragilidad, la precariedad, incluso con temor y algo de miedo a la muerte»… ¿Ha llegado a temer por su vida?

–Temer por mi vida, no, porque confiaba en Dios y en los médicos. Pero lo que sí pasa es que, quieras o no, esos días ahí, en silencio y aislado, pues piensas. Eran 24 horas solo, aislado completamente, Es verdad que tenía la televisión y el móvil. Me llamaban algunos sacerdotes, familiares, amigos... Pero, lógicamente, uno cavila, y yo pensaba esto es la fragilidad humana, porque casi no te sientes mal, pero a la vez te sientes mal. En segundo lugar, pensaba en la fragilidad, porque un bichín de nada, nos tumba, y nosotros, que, a veces creemos que nos comemos el mundo, vemos que el mundo nos come a nosotros. Y con respecto al miedo a la muerte, un día sí sentí ese repelús y escalofrío, porque estando allí murió un agustino, un compañero mío durante muchos años, Agustín Bécares, y yo pensaba y por qué él y yo no. Le daba vueltas a la cabeza y pensaba pues igual que le ha llamado a él, pues a mí también me puede llamar mí. Pues, eso es un poco. Y no es que tuviera miedo a encontrarme con Dios, sino al dolor.

«Debemos mantener la ilusión y la esperanza, no podemos ser derrotistas»

–Durante su estancia hospitalaria ha tenido intenso contacto con el personal sanitario…

–Yo el trabajo de estas personas lo calificaría de excelente y heroico. No solamente por lo que hacen, sino también por lo que se exponen, y afrontan la dificultad a pesar de ello. Porque los he visto trabajar, desvivirse por cada uno. Recuerdo que en la habitación de al lado se ve que había una niña ,que estaba estudiando, catorce años. Y yo veía cómo entraban, cómo la cuidaban, las palabras de aliento... Para mí, no es solo un gesto caritativo, sino también, heroico.

–De vuelta a la Casa Sacerdotal… ¿Con qué se ha encontrado? ¿Cómo están los sacerdotes y qué ambiente se respira?

–Bueno, del ambiente que hay en la Casa Sacerdotal poco puedo hablar, porque yo no veo a los compañeros. Solo veo a las personas que me acercan la comida y al enfermermo. Pero a los demás, no. Con alguno sí he hablado por teléfono, e imagino que alguno esté viviendo lo mismo que yo he vivido, y algunos, preocupados, porque como aquí murió don David (al día siguiente de la entrevista falleció en el hospital el sacerdote Germán García), y como tienen muchos años, pues, lógicamente, preocupados por su salud, por su suerte. Pero es normal. Lo que he percibido es que viven este momento con paz y confianza en el Señor.

–Algunos de los fallecidos en Palencia tenían una relación cercana con usted… ¿Cómo ha vivido estas dos pérdidas?

-Espero poder celebrar los funerales cuando se levante el estado de alarma, de común acuerdo con las familias. Lo estoy viviendo con dolor, porque son hermanos que se van. Con confianza en el Señor, también, y esa confianza la expresaría, si se me permite, con ese poema de Pemán que decía: «por tu bondad y tu amor / porque lo mandas y quieres/ porque es tuyo mi dolor..., / ¡bendita sea, Señor, / la mano con que me hieres!».

Ausencia de funerales

–El coronavirus está dejando una desgarradora cifra de fallecidos. Muchos de ellos están muriendo lejos de sus seres queridos y no se pueden celebrar funerales. ¿puede ser esta la cara más dolorosa de esta pandemia?

-Sin duda es una de ellas, porque aparte de lo que significa la muerte, morir solo, sin sentir una mano hermana y amiga y cercana, pues es doloroso. En la Iglesia estamos acompañando a través de la oración, y aunque no sea físicamente presente, sí lo es a través de la unión con Dios, que es padre de todos. Él no nos deja de su mano, Él siempre nos tiene en sus manos, dicen las Escrituras que incluso nos lleva tatuados en la palma de sus manos. Tan queridos somos para Él.

–Muchos sacerdotes están en estos momentos en sus casas… y puede que sin saber muy bien cómo ayudar y acompañar a sus feligreses. ¿Qué les diría a los sacerdotes en estos momentos?

-Pues ahí vienen un poco la función y la preocupación pastoral. Una es primero con la oración, y la segunda, cumpliendo las órdenes que nos dan las autoridades sanitarias, y cumpliéndolas a rajatabla. Otra tercera es, sin duda alguna, si podemos celebrar la eucaristía, recordar a todos los fieles y unirse a ellos, no solo la comunidad a su pastor, sino el pastor a su comunidad, unidos todos en Cristo. Y, por descontado, mantener la ilusión y la esperanza. En esos diálogos, esas llamadas por teléfono, pues no ser derrotistas, ni pesimistas, levantar el ánimo y la esperanza. Jesús siempre lo decía: «No temáis», pues aquí también lo debemos decir, no hay que temer, porque estamos en las manos de Dios.

«Nos debe ayudar a construir un futuro en el que se tengan más en cuenta la moral y la ética»

–Una de las consecuencias de esta pandemia, que ya se empieza a sentir, es la grave crisis económica… ¿a qué cree que vamos a estar llamados?

-A varias cosas. Esta situación nos llama, desde mi punto de vista, a reforzar los lazos de la fraternidad, porque la fraternidad hace brotar la esperanza. Y la esperanza nos lleva, como decía un autor francés, a pensar que mañana todo será distinto. Pues sencillamente, porque el amor, la esperanza, los lazos, la fraternidad, la solidaridad vencen todas las dificultades y son capaces, si lo vivimos desde la fe, remueve los montes que se oponen. Nos llama también, por descontado, a vivir no solamente pendientes de las cosas materiales, que las necesitamos, el dinero, la salud, el bienestar, pero también necesitamos cultivar la vida espiritual. No solo de pan vive el hombre, también vive de la palabra de Dios, de la amistad, del compartir la existencia, el trabajo, lo que somos y tenemos.

–¿De qué manera durante estos días podemos estar cercanos a los demás, a nuestros seres queridos, a los vecinos?

-No solo estos días de Semana Santa, sino todos. Para el cristiano todos los días son santos porque todos los días Dios está con nosotros. ¿Y cómo vivirlos? Mi reflexión y mi sugerencia, es que lo vivamos unidos, procuremos pensar no en nosotros mismos, sino en los demás, porque amar es servir a los otros, buscar el bien de los otros y no solamente pensarlo, sino vivirlo, a la vez orando unos por otros, dándonos cuenta de que todos formamos parte no solo de una misma Iglesia, sino de una misma humanidad.

–No sabemos cómo va a ser el día después… pero, ¿cree que la vida podrá ser como antes?

-Me imagino que cambiarán muchas cosas. En primer lugar, porque en nuestra sociedad a veces nos vamos al trashumanismo. Creemos que el hombre se autogestiona solo, que se hace a sí mismo. Pero este virus nos dice que somos frágiles, que somos débiles, que necesitamos de Dios y de los demás. Pero también nos va a ayudar a construir un futuro, donde reine lo que decimos, el reino de Dios, la paz, la justicia, la solidaridad, donde se tenga mucho más en cuenta la moral y la ética y lógicamente a todos niveles, el científico, el económico, el personal, el social, el laboral...

«No me opongo a trasladar actos como un viacrucis a septiembre»

Este año, la Semana Santa va a ser distinta, sin culto público en las parroquias, sin procesiones… ¿A qué llama esta circunstancia a los creyentes?

-Nos llama a profundizar en nuestra fe. Y nuestra fe, a veces, está marcada por los demás, por el ambiente sociológico, por las procesiones... Esto nos llama a vivir nuestra fe de una manera personal. A preguntarnos, en qué creo, por qué creo y cómo respondo yo a este Jesús en quien creo, que murió por mí y por todos y ha resucitado para darnos su espíritu y su vida. Y desde nuestra fe y nuestra humildad, no solo responder con oraciones, sino también, sobre todo, con la vida. ¿Cómo vivir esta Semana Santa? Pues yo diría, en comunión con el Papa de Roma, que es estar en comunión con la Iglesia y eso se puede hacer a través de la televisión. También, en comunión con la Iglesia de Palencia, que eso se puede hacer a través de diversos modos y con la oración. Y también yo diría, viviendo en familia, en pequeña comunidad familiar, en Iglesia doméstica, la liturgia. Para eso, la Conferencia Episcopal, en su página web nos ofrece una guía con todo el material para que lo podemos seguir.

–La Iglesia siempre recuerda que la Semana Santa es mucho más que las procesiones, pero está siendo difícil para los miles de cofrades....

-Lo primero que hay que decirles es aquello que se dice siempre en el prefacio de las misas, que hay que dar las gracias siempre y en todo lugar, ¿por qué? Por el amor de Jesucristo, representado en los pasos, en las celebraciones, en los triduos, y no solo en Palencia capital, sino también en otros lugares de la provincia. También, en segundo lugar, si son cofradías y hermandades, profundizando en lo que son, profundizando en el amor fraterno. Porque la clave de la Pasión de Cristo es el amor de un Dios que se entrega por nosotros para acercarnos así, para reunirnos, para que vivamos en su mano y vivamos como hijos y hermanos.

Desde la Santa Sede se planteó la posibilidad de trasladar algunos de los desfiles procesionales a las fechas cercanas al 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. También se ha hablado de un viacrucis extraordinario...

–Todavía no se me ha hecho conocedor de ninguna iniciativa concreta. El Papa sí lo ha sugerido, que se traslade, porque el 14 de septiembre se celebra la Exaltación de la Cruz y el 15, la Virgen de los Dolores. Yo no me opongo en modo alguno, sino que me parece buena iniciativa, pero, lógicamente, eso no excluye que sea la única.

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