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Jesús Valero, en el campus. M. Moras

Jesús Valero, catedrático de Sociología

«La familia no tiene el valor que tenía en el 'baby boom' y eso tiene consecuencias»

Pide políticas de empleo y conciliación estables frente a un problema y unas condiciones socioeconómicas que no favorecen

Domingo, 14 de septiembre 2025, 09:20

La provincia de Palencia arrastra uno de los saldos vegetativos más negativos de Castilla y León. La caída de la natalidad, unida al envejecimiento y ... al aumento de la mortalidad, dibuja un panorama que se repite desde hace dos décadas. Así lo explica el catedrático de Sociología y experto en movimientos migratorios de la Universidad de Valladolid, Jesús Valero, quien advierte de que «seguimos perdiendo población, cae la natalidad, sube la mortalidad y el saldo vegetativo es negativo».

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Valero recuerda que el fenómeno no es nuevo. «En los últimos 15 o 20 años, el descenso de la natalidad en Castilla y León ha sido enorme», señala. La consecuencia inmediata es un mayor envejecimiento de la población, lo que inevitablemente eleva las defunciones. En el caso de Palencia, el dato provisional del INE para el primer semestre de 2025 muestra la caída más pronunciada de la comunidad, con un descenso del 6,32% en los nacimientos respecto al mismo periodo de 2024.

El sociólogo reconoce que la mortalidad en Palencia no es de las más altas de Castilla y León -con una variación menor que provincias como Salamanca-, pero subraya que el verdadero problema está en la falta de nacimientos. Y alerta contra el espejismo de creer que la inmigración va a resolver el desequilibrio. «Se ha pensado muchas veces que los inmigrantes nos van a solucionar el problema, tanto en el mercado laboral como en la natalidad. Pero eso es un parche. En cuanto alcanzan las mismas condiciones que los nacionales, tienen el mismo número de hijos».

Para Valero, la raíz del problema es mucho más profunda y tiene que ver con las condiciones de vida de los jóvenes. «Las circunstancias socioeconómicas en Castilla y León, y en Palencia en particular, no son favorables. La vivienda es cara, el empleo es precario y la emancipación llega tardísimo. No basta con dar una ayuda de 3.000 euros por hijo, porque después hay que acompañar a esa familia durante años», sostiene.

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El catedrático recuerda que otros países europeos han logrado frenar la caída de la natalidad con políticas de conciliación real, como sucedió en Reino Unido, donde en ciertos periodos se incentivó a las familias de tal manera que los británicos pasaron a tener «dos, tres e incluso cuatro hijos». Frente a eso, en España las medidas siguen siendo fragmentadas. «Son parches que no afrontan el problema de raíz: la precariedad laboral, el coste de la vida, la conciliación y la falta de servicios en el medio rural».

A este panorama se suma un cambio cultural de fondo. «La familia ya no tiene el mismo valor que tenía durante el 'baby boom'. Antes el ciclo era claro: estudiar, trabajar, casarse y tener hijos. Hoy la escala de prioridades es distinta: viajar, desarrollarse personalmente… Eso también influye en la caída de nacimientos».

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Valero recuerda que la despoblación tampoco es un fenómeno reciente. «Empezó en el siglo XIX y se acentuó en los años 60, cuando miles de personas se marcharon del campo a la ciudad. Lo que ocurre ahora es que ya ni siquiera hay población suficiente en los pueblos para que se produzca ese éxodo». El resultado es visible, continúa y en muchas localidades palentinas apenas hay unos vecinos octogenarios durante el invierno, que solo se llenan en verano con la llegada de descendientes emigrados.

«No se trata de poner una autovía en cada valle, pero sí de garantizar Internet de calidad, conciliación y oportunidades laborales»

En este contexto, la inmigración se percibe como necesaria para cubrir puestos en agricultura, ganadería o servicios, pero, en su opinión, insuficiente para revertir la tendencia. «En cuanto encuentran mejores condiciones en otros lugares, los inmigrantes se marchan. Y el medio rural palentino no ofrece hoy las condiciones adecuadas para que arraiguen ya que faltan escuelas, centros de salud, conectividad, vivienda digna», advierte.

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Para Valero, la clave está en una estrategia a largo plazo, con políticas de incentivo real a la natalidad, fiscalidad favorable para quienes se asienten en el medio rural, mejores comunicaciones y servicios básicos que hagan atractiva la vida fuera de las ciudades. «No se trata de poner una autovía en cada valle, pero sí de garantizar Internet de calidad, conciliación y oportunidades laborales».

Pese al panorama, Valero no cae en el alarmismo. Lo interpreta como parte de un ciclo histórico y cultural. «Han cambiado las condiciones de vida y los valores. Mis hijos no viven como yo viví de estudiante, ni tienen las mismas prioridades. Pero lo que está claro es que, si no se abordan políticas estructurales de apoyo a las familias y al medio rural, la despoblación seguirá avanzando», concluye.

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