Recuperación
Abascal es un botón. Los tenemos de más colores. Como las píldoras tranquilizantes
Anteayer, Pedro Sánchez presentaba en el Congreso el llamado Plan de Recuperación y Santiago Abascal sacó un adoquín. En eso es en lo que se ... está convirtiendo la política. Sánchez se llenaba la boca con algo de pompa y allí estaba el otro con la pedrada, reivindicando a su manera el cuadro de Goya con los garrotes. Y todo eso hablando de recuperación, de la recuperación de un país enfermo y doliente. Algo que los políticos dicen tener muy en cuenta pero que, en demasiadas ocasiones, al minuto siguiente, se lo saltan a la torera. Con una de esas pértigas que Goya también dibujada en su grabados.
El presidente del Gobierno le decía a la Cámara, que somos nosotros, que este será el plan más importante para nuestro país desde el ingreso en la UE. El Mercado Común se le decía todavía por aquella época. Puede que tenga razón. Ya fijarán los economistas el balance. Pero la diferencia con aquella situación es más que notable. En 1.986 España era una promesa, una cantera llena de ilusión. Incluso había quedado atrás ese periodo que se llamó el 'Desencanto' –cuando se comprobó que la democracia no era una cabalgata de reyes magos arrojando monedas de oro–. Chocolate envuelto en purpurina. No hubo otro milagro más que el del esfuerzo colectivo. Un esfuerzo que nos abrió las puertas de una Europa próspera y casi feliz.
Ahora el país que se acoge a ese Plan de Recuperación es un país psicológicamente desbaratado. Íñigo Errejón tuvo a bien enumerar el elenco de fármacos con los que la población se sostiene en medio de la pandemia sanitaria y económica. El Plan de Recuperación se parece más a un Plan Marshall después de la devastación que al proyecto ilusionante de incorporarse al club de los ricos. Europa, para los que nunca conocimos los erasmus ni nada que se le pareciera, era la civilización, el progreso, la tolerancia. Nos abrían la puerta de un paraíso, da igual que luego estuviera lleno de socavones. Ahora nos abren la puerta de un descampado, un erial. Plan Marshall. Ciudadanos aprovechando sus salidas para retirar un adoquín de la montaña de escombros y aportar así un pequeño grano para la reconstrucción. Aquí el adoquín nos lo llevan a la tribuna de oradores.
Y el planteamiento regenerador consiste en saber qué ocurrirá si las piedras empiezan a volar de una cabeza a otra. Alta política. Abascal es un botón. Los tenemos de más colores. Como las píldoras tranquilizantes de las que hablaba Errejón y que además de los compatriotas decaídos deberían tomar algunos políticos que no acaban de entender la situación que estamos atravesando. O, peor, que intentan sacarle rédito a cualquier precio.
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