Gracias a los pensantes
«Son pocos, lo sé. Apenas un puñado de profesores y alumnos de Filosofía que han cuidado con esmero y delicadeza de esta hermosa criatura en peligro severo de extinción»
Valladolid piensa. Aleluya. Y el programa que tengo en mis manos vaticina que lo hará a partir de mañana hasta el fin de semana, una ... vez más desde el año 2017, gracias a ese reducto de profesores comprometidos y alumnos cómplices acuartelados en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid, como si fueran los últimos en la isla de Luzón; resueltos a mantener la serenidad, la independencia y el aplomo necesarios para propiciar su actividad entre el ruido y las fanfarrias que tamborilean en esta feria insoportable de consignas, instrucciones y manipulación que ocupa cada calle y cada plaza, cada tertulia y cada sobremesa, cada pausa del café y cada hilo en redes sociales.
Publicidad
Valladolid piensa porque el reducto que lo hace posible decidió salir en el año 2017 de esos despachos aislados del mundo, dispuestos de corrido, como celdas franciscanas que se reparten los puntos cardinales del edificio académico; también de sus aulas arrinconadas entre los pasillos interminables y despoblados de la Facultad de Filosofía y Letras. Salir del santuario para debatir y confrontar a pie de calle; para hacer uso de las herramientas filosóficas ante los desafíos que invaden nuestro presente, con la curiosidad intacta de quien no pierde cuando cambia de opinión, sino crece, vive y permite que la verdad se abra camino a través del pensamiento crítico; para argumentar y exponer públicamente en salones de conferencias, en centros cívicos y en librerías; incluso al calor de algún bar o bajo la útil y asamblearia amplitud que brindan los vestíbulos, con la generosidad de quien no necesita imponer sus criterios sino enriquecerlos con todos los ajenos que asomen a su conocimiento. Como escribió José Manuel Chillón, uno de los profesores de nuestra Facultad, «pensar es (re) descubrir que el hombre pertenece a la verdad y no a la inversa».
Son pocos, lo sé. Apenas un puñado de profesores y alumnos de Filosofía que han cuidado con esmero y delicadeza de esta hermosa criatura, en peligro severo de extinción, que solo puede medrar y ganar altura en el ejercicio sincero del diálogo, ese género socrático entendido como un cauce compartido capaz de permitir el curso y el discurso del pensamiento desde los límites de la deducción lógica hasta el extremo apasionado de las ocurrencias intuitivas.
Valladolid piensa. Una vez más. Y vuelve con el mismo marchamo que marcó sus anteriores ediciones; con la sencillez y la naturalidad acostumbradas, sin ambiciones mediáticas, ni concesiones espurias. Sin duda, conscientes en la cocina que prepara esta minuta de que el día en que aparezca en sus platos alguna de ellas huirán los comensales.
Publicidad
Noticias relacionadas
Carnero, el moroso
La primera semana
Valladolid piensa y yo añadiría que piensa bien. Porque hay muchos en ella que lo hacen sin provecho; porque las malas ideas también han sido urdidas en el complejo trenzado de los postulados perversos, donde los prejuicios y los miedos enquistados hunden sus raíces hasta el subsuelo más fértil y lo agotan.
Valladolid piensa y se libra de la condenación gracias a este grupo minúsculo de pensadores, a este reducto de inocentes; como aquellos que utilizó Abraham, el patriarca atribulado, en su apelación desesperada ante Yahvé gracias al audaz argumento de la parte por el todo para arrancarle a la deidad uno de esos compromisos grandilocuentes que solo se rubrican en las cumbres del G-20: «Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todos los que viven allí». Nadie podrá quitarme la idea de que somos beneficiarios de un pacto similar. Valladolid piensa porque al menos un puñado de seres pensantes lo hace y renueva anualmente su compromiso en una manifestación pública que nos salva del averno.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión