Las primarias de Castilla y León
La carta del director ·
«En el fragor del lío de Ciudadanos, se olvida a menudo que Igea es, por encima de todo, vicepresidente de un Ejecutivo regional formado por una coalición que necesitó el apoyo parlamentario de todos los procuradores del partido»Hace pocas semanas, Inés Arrimadas tenía todos los votos de la militancia de Ciudadanos. Era la sucesora indiscutible de Albert Rivera. Desde entonces, cada ... vez que ha abierto la boca ha perdido apoyos. Las alianzas con el PP en Galicia y el País Vasco –los de Casado merecen por esta última un lugar destacado en el museo de los horrores de las operaciones políticas peor gestionadas de la historia–, así como el discurso con que abofeteó a Francisco Igea el lunes en un hotel de Valladolid son buenos ejemplos. Ahora toda España, no solo los más afines al partido, conocen a Francisco Igea, vicepresidente de la Junta de Castilla y León y alternativa a su candidatura para dirigir la formación. Las primarias se han complicado tanto que no parece previsible una solución intermedia ni de consenso. El que gane se lo quedará todo y el que pierda será, me decía un alto dirigente regional, un «apestado».
Lo peor es que, en el fragor del lío, se olvida a menudo que Igea es, por encima de todo, vicepresidente de un Ejecutivo regional formado por una coalición que necesitó el apoyo parlamentario de todos los procuradores de Ciudadanos. Estas primarias se disputan de un modo especial en Castilla y León. Más aún, conviene recordar que el PSOE, con Podemos y UPL, solo necesitaría tres escaños de Ciudadanos para hacer saltar el gobierno de Mañueco con una moción de censura. Apenas pensar en esta opción, que representaría un foco de inestabilidad política notable y que acarrearía meses y meses de parón institucional en una comunidad ya bastante acuciada por desafíos económicos de todo tipo, pone los pelos de punta. Pero la realidad es que ha vuelto a situarse en el centro del tablero, la pura actualidad es la que la ha introducido en los corrillos políticos.
Las primarias se han complicado tanto que no parece previsible una solución intermedia ni de consenso. El que gane se lo quedará todo y el que pierda será, me decía un alto dirigente regional, un «apestado»
En el entorno del presidente de la Junta de Castilla y León son muy conscientes de las incertidumbres que acompañan este escenario y por eso adivinan un delicado día después de las primarias. No hay solución óptima. Si ganara Francisco Igea, harto improbable pero no imposible teniendo en cuenta cómo le está soplando el viento de cola hasta con el ridículo colapso del voto telemático, Mañueco se convertiría en socio de un líder que fue obligado a pactar con él, que ha defendido la triangulación con el PSOE, que huye escaldado de cualquier modelo de «fusión fría» con el PP, que a pesar de ello debería hacer campaña en Galicia y País Vasco al lado de un candidato como Carlos Iturgáiz, el amigo de Abascal, y que atesoraría poder y representatividad como para diluir en alguna medida el papel protagonista del presidente de la Junta, justo cuando este se empieza a hacer un nombre a escala nacional. Por no hablar del tenso final de legislatura que nos esperaría. Como el de cualquier coalición que muere en las urnas, pero corregido y aumentado. Mucho peor, sin embargo, sería lo contrario. Si Igea perdiera –da igual con qué margen pues, tal y como se vienen enconando los acontecimientos, no parece que ni él ni Arrimadas quieran hacer prisioneros– la primera llamada que debería recibir ella sería la de Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco con el manos libres para pedirle, por la gloria de tu madre, «a Igea ni nos lo toques». Porque en ese momento a Igea, codiciado objeto de deseo del socialismo local, solo lo podría apartar de su cargo la presión de sus compañeros, el presidente o un adelanto electoral. Y esa es una carta que Mañueco se cuidará muy mucho de jugar, a sabiendas de que los adelantos electorales los carga el diablo, de las debilidades internas que todavía laten en el seno de su propio partido, de los modos como Génova se ha comprobado que gestiona y decide las listas, de que enfrente no sabría qué candidato iría a tener, de cuánto le podría complicar la vida Igea y del impulso que podría representar un gobierno sociopodemita volcado en la región desde el minuto uno.
Alfonso Fernández Mañueco, en resumidas cuentas, no debe estar preocupado tanto por lo que pueda hacer Igea, gane o pierda ante Arrimadas, como por lo que puedan hacer sus todavía compañeros de partido. Visto así, quizás ni el propio vicepresidente es consciente de hasta qué punto, paradojas, el pacto global PP-Ciudadanos depende de él.
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