El precio del poder
Balas de fogueo ·
Como los principios marxistas son los de Groucho y ya no quedan ideas ni gotas de sangre jacobina, removerán Roma con Santiago para obtener el plácet del independentismo«Por fin. Ahora que sale en las portadas de la prensa occidental, el camarada Gorbachov se va a enterar de que tiene una mancha ... en la cabeza». El chiste corría en los años ochenta al otro lado del Muro y daba cuenta de la destreza soviética para el maquillaje de la realidad y la censura.
No toda la izquierda es hija de aquel régimen, pero lo cierto es que una parte, atrapada en el discurso del panfleto y la dialéctica de asamblea de facultad, se le parece bastante.
Y es que la manipulación y el ocultamiento de la verdad no son más que pequeños peajes a pagar para proteger una razón superior: el poder. Sirva de ejemplo el sonoro silencio, cuando no la justificación peregrina o el desvío de la atención, sobre la sentencia del patio de Monipodio andaluz. Cosas de un pasado bipartidista.
La nueva izquierda vino con la idea de regenerar la vida pública pero, lamentablemente, arrastra los defectos de siempre: consignas, propaganda, liderazgos únicos y aires de superioridad moral. Ni la disidencia, ni el análisis crítico, ni la evidencia de los hechos tienen cabida en el manual del perfecto militante. Tampoco los palmeros mediáticos ni los comisarios políticos del relato deben dar munición al enemigo (la derecha, los filisteos del Ibex, los ultras...). Quizá por eso se relativizan las violaciones de los derechos humanos en Cuba, Venezuela o Nicaragua y se victimiza a los populismos de la región culpando de todos sus males al colonialismo español y al imperialismo yanqui. La eficaz pintada de brocha gorda.
Pero la meta es la Moncloa y el último obstáculo para ocuparla es la rueda de molino nacionalista. Una rémora tribal que hunde sus raíces en el carlismo más reaccionario e insolidario y que, paradojas de la vida, ha encontrado en Unidas Podemos su mejor y más fiel aliado.
Como los principios marxistas son los de Groucho y ya no quedan ideas ni gotas de sangre jacobina, removerán Roma con Santiago para obtener el plácet del independentismo. Es de suponer cuál será la moneda de cambio.
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