La Palma, el dilema

Así las cosas, cuando la devastación ha sido la que ha sido (todo indica que no ha terminado todavía la destrucción en marcha, pese a las pausas del volcán), el Estado tiene ya que planear intensamente el socorro a las víctimas, personas que se han quedado sin vivienda, sin propiedades, sin medio de vida. Es preciso prorratear la tragedia sobre el resto de los contribuyentes españoles por simple sentido dela solidaridad.

Pero, además, el Estado tendrá que enfrentarse a un dilema relevante, sobre el que seguramente no habrá unanimidad social: ¿es razonable reconstruir lo devastado en el mismo sitio de la gran destrucción, o habría que huir de toda la zona vulcanológica de la Cumbre Vieja, que siempre estará sujeta al riesgo de nuevas erupciones? Ya se sabe que las Canarias son islas volcánicas, pero las zonas realmente activas son muy escasas. En definitiva, se trata de decidir qué riesgos estamos dispuestos a correr en el futuro. Y deberían ser los canarios, bajo tutela estatal, quienes tomaran con todos los datos en la mano esta delicada decisión.