Noches blancas
«Hacienda somos todos. Menos esos que viven sumergidos en la economía paralela y que ya suman, en conjunto, el 25 por ciento del PIB»
Las noches de diciembre son largas. En Bruselas, para aprobar las ayudas a la recuperación. Y en Castilla, donde las noches se convierten en saturnalias ... clandestinas por mor del toque de queda, para orientar el corazón hacia el despojamiento. El navideño y el económico. Noches blancas en una semana que se cierra con acuerdo en las vacunas y el reparto de fondos. Pero con cierta discrepancia en lo que tiene que ver con el clima. Como si el clima no dependiera de los fondos. Ni los fondos del clima.
Con todo, no hay que hacerse ilusiones a corto plazo. Papá Noel está enfadado porque los niños de Lejona, en Vizcaya, le escriben a través de su representante local, el Olentzero, antes en castellano que en euskera. Así que a los que piden en español les ha dado «un tirón de orejas», para que cambien de registro. La excusa, seguramente, para justificar que este año el saco de los juguetes va a ser más liviano.
Si de los fondos de Papá Noel se conoce poco, de los de los Reyes se sabe menos. De uno de ellos, hoy emérito, se ha filtrado que sí que quiere volver a casa por Navidad. Y que ha mandado un cheque de 678.000 euros para allanar el camino con Hacienda. A unos les parece suficiente. A otros no. Y a otros parece que nada les parece suficiente, si no es que el Olentzero, con su carbón y sus albarcas, termine por sustituir al triunvirato de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Hay otros reyes que también tuvieron lo suyo con el fisco. Como Lola Flores, la reina mora, que pidió una peseta a cada español para salir del banquillo. O más recientemente los reyes del fútbol, que usaban tarjetas transparentes, pero a los que se les olvidó declarar alguna que otra cosa, como por ejemplo los derechos de imagen. Messi, el primer contribuyente de España, zanjó lo propio con 35 millones del ala. Cristiano Ronaldo, con 18,8. Son millones.
Que no somos iguales, dice la gente. Como dice Isabel Díaz Ayuso que no todos lo somos ante la ley. No le falta razón. Tampoco somos iguales ante la crítica. Hay cosas que nos hacen gracia y otras que nos dan mucho morbo. Y al final Hacienda somos todos. Menos esos que viven sumergidos en la economía paralela y que ya suman, en conjunto, el 25 por ciento del PIB. Se dice pronto. «Dime, Padre común, pues eres justo, / ¿por qué ha de permitir tu providencia / que arrastrando prisiones la inocencia / suba la fraude a tribunal augusto?». Eso se preguntaba, en el Siglo de Oro, Bartolomé de Argensola. Me da la impresión de que los que vivimos en el Siglo de la Chatarra –ecológica, económica, ética, cultural…– nos seguimos preguntando lo mismo.
En la cosa de la coronafobia, no me olvido del rey del mundo. Trump no tendrá que pensar en volver por Navidad, porque se queda a pasarla en la Casa Blanca. Habrá que revisar lo que se lleva después en los camiones de la mudanza, no sea que se encuentre un alijo de alfombras de Marruecos, o alguno de los libros de la biblioteca de la Pardo Bazán que faltan del Pazo de Meirás. Tampoco me olvido de las residencias de ancianos, cerradas al consuelo pero abiertas a la interpretación del nuevo texto de la Ley de Eutanasia. La piedad, a veces, recorre extraños caminos.
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