De sexo, procreación y otros dilemas
«No debería dejar de conmover nuestras conciencias que en la actualidad bastantes de los reparos a propósito de estos temas procedan de ámbitos identificados con el progresismo o la izquierda»
Entre los muchos titulares llamativos que los medios han dedicado –en estos últimos días– al 'affaire' de 'Anita la fantástica', hay uno que destaca especialmente ... por su absurdez: ¿Deberíamos prohibir ser madre a Ana García Obregón? Poniendo aparte la desfachatada vanidad de la señora en cuestión, no parece que haya más motivos para impedírselo que los mismos que podrían aducirse respecto a los numerosos casos de paternidades subrogadas que tienen lugar cada año en nuestro país. Y sobre los que nadie habría objetado nada hasta el momento, pues se beneficiaban del vacío legal o falta de regulación en ese campo.
Lo sorprendente de interrogantes como el mencionado arriba no es sólo el cuestionamiento hecho en plural acerca de un tema particular, a manera de gran inquisición colectiva; resulta aún más chocante que –si el procedimiento no contraviene ley alguna– se inste en ciertas esferas a plantear la prohibición de esta clase de paternidades.
Y todavía habría de perturbarnos más que el arrogarnos, hoy, tal potestad se entienda como cosa justificable. Dicho de otra forma: que se esté normalizando la obsesión por inmiscuirse en los comportamientos íntimos de los demás, ya se trate de relaciones sexuales o de asuntos de otro orden no menos importantes, como la procreación.
El que ello provenga de posiciones conservadoras, vinculadas a la derecha o ultraderecha, no constituye una novedad, ya que en España el nacionalcatolicismo empleó no pocos esfuerzos en perseguir y controlar las actividades privadas que tuvieran que ver con el sexo o el erotismo de las personas. No debería dejar de conmover, sin embargo, nuestras conciencias que –en la actualidad– bastantes de los reparos a propósito de estos temas procedan de ámbitos identificados con el progresismo o la izquierda.
Algo ha pasado. Un cambio de mentalidades se está –sin duda– operando cuando disposiciones como las que permitían la apariencia de legalidad de la procreación subrogada, siempre que no se hubiera producido en territorio español, se hallan ahora sometidas a revisión por parte de los mismos partidos que antaño dieron su visto bueno a determinadas ambigüedades. Así, la de que pudiera registrarse a los neonatos como hijos legítimos en nuestro país, aunque constara –de otro lado– la utilización de la denominada técnica de reproducción asistida mediante subrogación o 'vientre de alquiler', que aquí continuaría siendo ilegal hasta el presente. Hipocresía institucional que viene de lejos, puesto que –como se ha sabido después– fue costumbre entre las buenas familias sin descendencia del régimen dictatorial que sustrajeran o 'compraran' los hijos de las 'jóvenes descarriadas' que, con ayuda de curas, monjas y médicos, daban secretamente a luz.
Porque revolución era –también– romper muchas de los vetos establecidas en torno al sexo. Se trataba –entonces– de liberarnos de una concepción del mundo según la cual el placer estaba supeditado a la tarea de la procreación humana, de modo que –al margen de ella– cualquier interés por el «goce carnal» desembocaría en la desviación o el pecado. Por lo que no deja de ser relevante que, más allá de estas disquisiciones jurídicas y éticas de gran calado, parezca encontrarse en expansión una especie de nuevo puritanismo contrario a la izquierda que hizo de la libertad sexual su bandera, tanto dentro de España como fuera, a partir de los años 60. Lo que, particularmente en estos pagos, supuso la ruptura con la mojigatería del pasado y una suerte de contestación contra las represiones de todo tipo impuestas por el franquismo.
No obstante, en tiempos recientes, la tiranía de aquello que es considerado –o no– políticamente correcto afecta a lo que se dice, se escribe y se mira igual o más que a lo que –eventualmente– se hace. Los odiadores internáuticos se muestran siempre alerta, porque bien podría decirse que los inquisidores del ciberespacio jamás descansan; o que el poder se enfrenta, una vez más, al ejercicio del libre albedrío por distintas vías o inéditas formas. De modo que la izquierda –en este contexto– se vería ante una encrucijada no exenta de hondas contradicciones.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión