Los muertos
«El tiempo distrae momentáneamente a la muerte, pero la muerte engaña eternamente al tiempo»
Resulta un insomnio interminable hablar con los muertos. La palabra es sombra ante todas esas máscaras sin ojos. El descanso de los seres no ha ... de ser alterado en su vida o en su muerte, como no lo son las colinas de las grandes cumbres por el breve paso insolvente de las nubes.
La muerte no avisa, simplemente se muestra. La muerte es la única ley de gravedad esencial. El destino, el azar, o quienquiera que sea quien decide la muerte de un niño pequeño, sólo debería hacerlo en la cercanía de su madre, pues el único universo fiable para un niño es el seno materno. Vivir es tarea de mortales y morir joven es designio misterioso Rilke escribió «sí, ahí debe haber niños muertos, que vengan a vivir conmigo. Sí, siempre».
¿Cuál es el paradero de los muertos al margen del territorio de la desaparición, aparte del mundo imprevisible de los átomos dispersos en la anónima incertidumbre? Olvido y ausencia no son lugares lo suficientemente concretos para albergar los restos de una especie que lucha tan desesperadamente por perpetuarse.
La comitiva fúnebre abre el cortejo hacia el camposanto. Una muerte más, como tantas, como absolutamente todas. La muerte es la única democracia real, la única libertad plena. Todo humano tiene derecho a una muerte de su exclusiva propiedad. La marcha fúnebre anuncia el cementerio. Todos hacia allí van y muchos volverán por un tiempo. El tiempo distrae momentáneamente a la muerte, pero la muerte engaña eternamente al tiempo.
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