Espantapájaros en sombra
«Nos escondemos en la multitud para disimular nuestra felonía. Es la nueva naturaleza humana»
Es cierto, el mortal es fragilidad, aunque lo disimule con su violencia, con el ejercicio de su autoridad. Es frágil la vida, tanto como la ... honestidad. Los acuerdos se incumplen, las palabras aburren y el silencio se rompe en grito. Las naciones no olvidan pero ignoran. Somos una fragilidad que se cree fuerte mientras su tiempo se desploma día a día. Una bomba en el cerebro, una bomba en el alma, una bomba en el corazón. Así vivimos, así somos, así morimos. Somos sin retorno una bomba cargada y dispuesta.
Todavía nos queda un resto de espíritu, y a esta velocidad de vida es casi imposible notarlo. No renunciamos a él, hora a hora se debilita su latido entre las manos que manejan el mundo como hambrientos chacales. Un resto de espíritu muy caro y escaso, y que exige demasiados sacrificios estériles.
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Ningún humano está a salvo de peligros y acechanzas. La condición humana es agresiva, la mejor defensa es el control del poder, el más contundente ataque es su amenaza. Este es el feroz pragmatismo que mejor se adapta al estilo de vida que hemos impuesto. Hacer daño al prójimo es un impagable placer del humano. La consigna es arrasar, devastar sin descanso, amenazar con la espada de la Ley en la mano, así es ya nuestro oficio; un mundo en devastadora evolución.
Nos escondemos en la multitud para disimular nuestra felonía. Es la nueva naturaleza humana. A veces pienso que sólo somos una simple foto de vida disecada, espantapájaros en sombra.
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