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Ibarrola

Explicaciones impropias

«A fuerza de practicar el amén digital, ese gratuito y cómodo «me gusta» que acompaña a la vulgaridad explicativa y a la miseria narrativa de las redes, hemos vuelto a una edad de piedra psicológica de la que solo nos salva la buena literatura»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 27 de diciembre 2024, 07:50

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El deseo, entendido como esencia y propulsor de la vida, necesita tanto del sosiego como del estímulo. Cuando no carbura, una de dos, o acabamos ... deprimidos o resultamos hiperactivos. En el primer caso, comprobamos que una persona deprimida es alguien inapetente, desinteresada, triste e inhibida. Es decir, un individuo que ha perdido los arranques y las fuerzas del ánimo y el vitalismo. Pero también puede suceder que reaccionemos en sentido contrario, y cuando nos amenaza la tristeza o un deseo chirria o se atora, nos defendamos forzando la máquina y poniéndonos hiperactivos, como hacen los niños con problemas. Esos mismos niños que, antes de llegar a la época de diagnóstico obligatorio y casi furibundo a la que hemos abocado, se les calificaba simplemente de «movidos».

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