Esconder la cabeza
Fuera de campo ·
«Como si publicar pocas veces, o ninguna, las siglas PSOE tuviera el efecto mágico de reducir el daño político de la sentencia»De niño, nunca entendí por qué las avestruces escondían la cabeza bajo suelo cuando se veían amenazadas. Parecía una forma de proceder bastante tonta, incluso ... para un animal. Hoy sabemos que el célebre dicho popular no les hace justicia a estas aves peculiares, que en realidad no entierran su testa, sino que se agachan, y la colocan a ras de suelo, cuando perciben peligro, para no ser tan fácilmente identificables, desde la distancia, por sus depredadores. A diferencia del cliché de la literatura popular, esta forma de proceder es bastante sensata y hasta lógica.
Lo que no podía imaginar aquel niño es que, al final, el proceder que atribuíamos a estas aves, y contra el que éramos prevenidos, terminaría siendo de uso común entre los humanos. Esconder la cabeza. Negar la realidad. Cerrar los ojos muy fuerte, muy fuerte, y decir con los temblores propios de un niño aterrorizado: el monstruo no está, porque no lo veo. Entretanto, vete tú a saber qué ocurre al otro lado de tu oscuridad elegida, mientras intentas proteger tu frágil mundo de la amenaza de lo real.
Viene esto a cuento de la sentencia de los ERE de Andalucía. Porque en esta España nuestra, en la que cada día se cruza una línea roja, y en la que ya nos vamos acostumbrado, a nuestro pesar, al jolgorio saltarín de ser gobernados por un maestro del disfraz y del cambio de opinión, lo último que nos faltaba por ver era a la prensa 'de calidad' progresista, escondiendo la cabeza ante la sentencia de los ERE, como avestruces animadas de ayer y hoy. Lo peor es que no cabe interpretar su afán por no recordar la identidad socialista de los condenados como un intento de ocultamiento a sus lectores, que saben de sobra a qué partido pertenecían Chaves, Griñán o Magdalena Álvarez. Más bien parece un acto de religioso pudor, o una especie de conjuro irracional, atávico, como si publicar pocas veces, o ninguna, las siglas PSOE tuviera el efecto mágico de reducir el daño político de la sentencia. Como si hablar lo menos posible (y evitando los programas especiales en la tele) del más cuantioso y, quizás, grave caso de corrupción de nuestra democracia, sirviera para algo.
Y es que, si bien es perfectamente razonable afirmar que el caso de los ERES de Andalucía es mucho más grave que la Gürthel (pues, a fin de cuentas, confirma la existencia de una vulneración sistemática de las leyes, por parte de los poderes públicos, para alimentar un sistema político clientelar), podríamos aceptar discutirlo. O, incluso mejor, el no discutirlo, para evitar caer en la penosa diatriba del 'y tú más'. Pero que quieran convencernos de que un escándalo de estas magnitudes es cosa menor, poco menos que un error formal, sobrevalorado por los tribunales, de unos políticos bondadosos que solo pensaban en el bien común… eso sí que no tiene un pase. Ver a buena parte de nuestra clase política, y periodística, con la cabeza bajo tierra, mientras gesticula con sus brazos y piernas, cual pollo decapitado, es un espectáculo grotesco que nunca creímos tener que contemplar.
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