Embajada al Sur

A Lupo el Mediterráneo le sienta bien, se le queda el salitre entre el morro y juguetea con las olas, viejas desconocidas. Hemos bajado a la casa materna, quizá a quitarnos la soledad y la pena y meternos yodo en los ojos, que es superstición fenicia.

A veces hay que tomar distancia, viajar con el corazón, que es la etimología de «recordar». En el restaurante 'María', que pasa por el meridiano exacto que divide a España entre el Este y el Oeste han redecorado el salón, donde tantas veces almorcé con Manolo Alcántara, con fotografías del Valladolid más eterno en exposición permanente. Está bien eso de bajar el lechazo paseando por un Paseo (sic) que tiene algo de malecón habanero y después de ver a Ansúrez inmortal en azulejos de Triana

Cuando Alcántara nos llevaba al 'María', siempre salía su voz rotunda, su pregunta por los amigos de Castilla y sus desvelos por si me abrigaba por cómo estaba mandado en las noches decembrinas. Ahora, quizá la mesa desde la que departía amor y pedagogía quede presidida por una instantánea de La Antigua, con buen encuadre, para recordar que Valladolid tiene una embajada en Málaga, donde España deja la tierra firme y un busto de Jorge Guillén mira el viejo mar latino entre cruceristas frugales y hambrientos de sol.

Estos viajes domésticos e ibéricos, en estos tiempos interrogativos, sirven también para confirmarnos otra cita del poeta: estamos hechos de distancias íntimas.