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La Marina israelí confiscó el velero Madleen y secuestró a las doce personas que llevaba a bordo cuando navegaba por aguas internacionales, ocho días después de partir de Sicilia para llevar ayuda a Gaza. Tel Aviv reaccionó ante lo que considera «operación publicitaria» de la Flotilla de la Libertad con una zafia descalificación de los participantes en el viaje humanitario –entre ellos la ambientalista Greta Thunberg y el español Sergio Toribio–, que salieron ilesos del propagandístico reparto de comida que los atacantes escenificaron en cubierta. Se desconoce en qué jurisdicción se ampara Israel para interceptar un barco de bandera británica, apresar a civiles desarmados, trasladarlos a Asdod y obligarles a ver «vídeos» de la matanza perpetrada por Hamás el 7-O, según ha declarado el ministro de Exteriores. Con el recuerdo de los diez muertos que provocó otro asalto en 2010, la repatriación de los activistas llegará después de una tibia reacción de los gobiernos concernidos, por no hablar del desapego de la UE hacia la eurodiputada que integraba la misión. La potencia ocupante se deleita en la impunidad de sus acciones y persiste en silenciar la solidaridad global con la Franja.
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