Después de la moción
«La renovación del poder judicial, con toda la polémica que la rodea, se ha convertido en una especie de test relevante, que necesariamente ha de ser analizado a la luz de los efectos políticos de la moción»
Venía ocupando estos últimos días el centro del debate político la cuestión de la renovación del órgano de gobierno de los jueces, y, de repente, ... la moción de censura de Vox ha irrumpido en la escena con una fuerte onda expansiva; tan es así que el efecto más inmediato ha sido ya el de reorientar la estrategia de la citada cuestión. Eso, y tal vez mucho más en el panorama político del medio plazo. No deja de ser curioso: la moción de Vox, una iniciativa que se presumía testimonial, destinada a engrosar el anecdotario de la historia del Parlamento, con un previsible resultado ampliamente negativo, ha desplegado efectos colaterales de amplio espectro, cuyo alcance se habrán de ver con el tiempo. De manera que la renovación del Consejo General del Poder Judicial, con toda la polémica que la rodea, se ha convertido en una especie de test relevante, que necesariamente ha de ser analizado a la luz de los efectos políticos de la moción.
Yendo a lo primero, y tal como estaba planteada la cuestión, yo no tengo duda en un doble aspecto, que me limito a simplificar ahora.
La Constitución distribuyó los componentes de ese Consejo en dos tramos, uno judicial de 12 miembros, otro parlamentario de 8; para estos la Carta Magna exige tres quintos de mayoría, para los otros se remite a ley orgánica, pensando en una elección por y entre jueces y magistrados que habría de regular la Ley Orgánica del Poder Judicial. Cuando en 1985 se 'parlamentarizó' la elección de esos 12 miembros judiciales, la mayoría de tres quintos se extendió también a ellos y así lo apreció el Tribunal Constitucional en la sentencia en que validó esa reforma. Era, y es, lo lógico: si todos son elegidos por el Parlamento sería absurdo que unos lo fueran por tres quintos y otros por mayoría absoluta, como propone la reforma actual. Si se quiere modificar el sistema, no estaría de más pensar en el modelo y no solo en la mayoría exigida; porque hay fórmulas alternativas de elección (Jueces/Parlamento), capaces de matizar y neutralizar el excesivo sesgo político que tiene la fórmula actual.
El otro aspecto es más de fondo. Seamos sinceros: lo que hace que el Consejo sea objeto de deseo (nada oscuro) para las fuerzas políticas son sus competencias; eso es lo que hace que unos lo consideren más alineado con sus posiciones y bloqueen su renovación, para mantener el alineamiento, y que otros deseen realinearlo para adecuarlo al cambio en la correlación de fuerzas. Si se puede limitar la respectiva pretensión de favorecimiento, se daría un gran paso para evitar bloqueos obstinados y reformas inconvenientes. Por eso está bien tasar y limitar las competencias del Consejo cuando ha agotado su mandato y está en funciones, que es una parte de la reforma propuesta. Insuficiente, a mi juicio; si se objetivara más el acceso a las instancias más elevadas de la carrera judicial, evitando la discrecionalidad y el intercambio en los nombramientos por el Consejo, estaría más completo. Y es fácil: vacante, candidatos, mérito y capacidad, baremo preestablecido, aplicación del baremo por una comisión especializada, propuesta de nombramiento. Con publicidad y libre concurrencia, como para tantos otros puestos; con toda seguridad, disminuiría la tensión entre el bloqueo y la renovación.
Lo razonable, entonces, es que se proceda por fin a la urgente renovación en el marco vigente, pero planteando a la vez, con voluntad constructiva, el modelo para el futuro, que evite nuevos episodios como el que se viene produciendo.
Y, en efecto, esa que llamaba onda expansiva de la moción de censura de Vox debería ayudar. Como era lógico, no había ninguna expectación sobre su resultado, pero había notable expectación por la posición que finalmente adoptara el Grupo Popular; incluso su discreción hasta el último momento contribuyó a ello. Y no defraudó. Para quienes hacían apuestas entre el no y la abstención, puede haber sorprendido el no, pero para quienes apostaban por el no, lo que verdaderamente ha sorprendido ha sido la forma tan contundente y tan nítida con que el discurso de Pablo Casado marcó distancias con Vox y su líder. Se diría que irreversible y definitiva, aunque habrá que dar tiempo al tiempo a este respecto.
Hasta el vicepresidente Iglesias pareció desorientado en sus previsiones, aparentemente más inclinadas a salir en tromba frente a una abstención, o al menos frente a un 'no tibio', que frente a un 'no duro' con el que pocos contaban. La política tiene estos vericuetos: el líder del PP podía haber sido la víctima propiciatoria de una moción que se consideraba presentada más contra él que contra el Gobierno, y acaso se haya convertido en protagonista y beneficiario. Ya se verá. Porque nadie le pide que deje de ser oposición. La cuestión es si puede volver a ser partido de gobierno.
Desde luego, si en la dirección del PP han llegado a la convicción de que no ganaban nada a medio plazo manejando un discurso paralelo al de Vox, su salida de este debate es inteligente. Alguien ha resumido ya el efecto de la moción con perspicacia: a priori, la cuestión era saber si el estruendo radical de Vox calaría en algún sector de los que todavía son votantes del PP; a posteriori, la cuestión es saber si la posición de ruptura del PP, tan bruscamente expresada, ha atraído a votantes que se le fueron a Vox. Analizando los resultados de las últimas elecciones, y comprobando los estragos que causó para el PP la alianza entre Vox y el señor D'Hondt, ese que reparte los escaños en cada circunscripción, el nuevo discurso tiene un objetivo evidente: poner en valor la utilidad de una posición más templada, con uno de esos giros al centro que te permiten desembarazarte de alguien que te disputa la parte más escorada de lo que fue tu territorio.
El fenómeno, obviamente, no es nuevo: le ha pasado al PSOE con Podemos, a ambos con nacionalistas de izquierda en sus territorios, y hasta le pasó al PP con Ciudadanos en otra dirección, aunque cada una de estas colisiones tenía y tiene su peculiaridad. Pero ninguna tenía ni tiene la 'vistosidad' de esa colisión entre el PP y Vox. Así que estamos ante un paso verdaderamente interesante en el panorama político español, con una proclamación formal bien expresada y en momento oportuno.
Ahora falta que sea creíble; para eso serán necesarios algunos gestos y, sobre todo, algunas decisiones. Ahí está la de disponerse a la renovación del órgano de gobierno de los jueces, y de otras instituciones igualmente bloqueadas, sin perjuicio de la propuesta de reformas convenientes y razonables. Expectantes estaremos.
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