Vicente Coves o la guitarra española
«Cuando Vicente Coves dice 'guitarra' está diciendo algo muy serio, que es exactamente lo que sus maestros entendían por tal»
Se ha celebrado la IX Edición del Granada Guitar Festival, dedicada al maestro guitarrero Antonio Marín, que dirige el músico y apasionado de la cultura ... Vicente Coves. Allí se ha dado cita la flor y nata de la guitarra española –Alejandro Hurtado, Irina Kulikova o Daniel Casares–, tan regocijante, dulce, lenitiva, ingenua, telúrica, esencial, dramática... y mucho más apreciada fuera que dentro. La clave de su posible olvido hoy es la desmemoria de un país entero, que abraza los horrísonos ritmos foráneos –y otros demonios–, los poderes inarmónicos de la antimúsica instalada por doquier. Porque la reducción de nuestra guitarra al territorio melómano y su destierro de lo popular –nadie escucha ya a Granados, Tárrega, Rodrigo, Segovia, Yepes…– es muy grave: nuestro instrumento es al bienestar del país lo que el reguetón a la depresión y neurosis colectiva.
Cuando Vicente Coves dice 'guitarra' está diciendo algo muy serio, que es exactamente lo que sus maestros –como Pepe Romero– entendían por tal: con ella el poderoso tirón nocturno y mágico de Andalucía, que es España resonando por los confines de Estados Unidos o del Lejano Oriente, simboliza y resume toda una manera de ser y de vivir, de la zambra del Sacromonte al neoyorquino Carnegie Hall, de la farra flamenca a los grandes templos clásicos. La guitarra es nuestra raíz musical, la que todos conocemos y todos ignoramos, la que todos sentimos y que nadie –o casi nadie– nos enseña a conocer y reconocer. Yo pienso, como me contó Romero, que el Gran Guitarrista de arriba es la inspiración de todos estos intérpretes que Coves reúne en Granada cada estío, y que nos despiertan hasta las últimas habitaciones de la sangre, como diría Lorca. La guitarra, en fin, la forma más evidente de nuestra idiosincrasia, es nuestra gran verdad, la que vienen a buscar de todos los rincones del mundo. Nosotros seguimos dándole la espalda. Como a tantas y tantas cosas…
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