Chapuzas
Algo que decir ·
«Desde que entran los artistas hasta que se marchan hay dos elementos que no paran: la fregona y la tarjeta de crédito»Cualquier chapuza a domicilio, además de dejarte el escenario hecho unos zorros, cuesta un riñón. Da lo mismo que cambies un grifo, la bañera por ... un plato de ducha o todas las ventanas a la vez: desde que entran los artistas hasta que se marchan hay dos elementos que no paran: la fregona y la tarjeta de crédito. En cualquier caso, dada la escasez de profesionales solventes, lo que procede es darles las gracias por haberse dignado a venir y por hacer su trabajo. Sin embargo, en esta historia de las obras caseras hay un tercer protagonista que no conviene olvidar por el peligro que encierra: el Ayuntamiento.
No basta con implorar al albañil para que venga pronto, tome las medidas que correspondan, haga un primer presupuesto (que rara vez se cumple a rajatabla) y nos diga dónde y qué tenemos que comprar para que empiece a dar martillazos. Sin haber desenfundando la alcotana preguntará si hemos pedido permiso al Consistorio «porque ahora estas cosas se han puesto muy serias». Tanto, que mucho antes de que el vecino de al lado se queje de los golpes, se presenta en casa un municipal exigiendo papeles y preparando la libreta. Y he comprobado en mis carnes que no es necesario poner un contenedor en la calle para que la visita se produzca: basta con que el señor agente 'huela' yeso fresco o se chive ese inquilino fisgón que casi todos tenemos cerca.
A lo mejor lo que cuesta la tasa en cuestión es una miseria, pero a mí me parece un sacacuartos.
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