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TAC, TAC. Pase y siéntese. Entre el Teatro de Calle de Valladolid y una tomografía axial computerizada las diferencias son todas las que usted pueda ... imaginar. Y, a la vez, quizá no tantas. El primer TAC desnuda el alma, lo inmaterial; el segundo, el cuerpo, la anatomía. El arte y la salud pueden pretender un fin común, que quizá se pueda llamar bienestar, o sentimiento de plenitud, ajeno a tribulaciones y tormentos. Pero no está tan claro que esto sea así. En el TAC sanitario es mejor que la imagen radiológica no muestre ninguna alteración anómala, nada sospechoso, ninguna forma inesperada de cruel asimetría. En el callejero y funambulista, lo imprevisto, incluso lo improvisado, siempre es bienvenido, porque la emocionalidad acoge con entusiasmo todo aquello que traiciona lo habitual, la tan inevitable como demoledora rutina.
Plazas y parques de Valladolid se convierten en escenarios, no siempre improvisados, para ejercicios de malabarismo, funambulismo, mimo, números circenses… Con el atractivo de la cercanía, la inmediación e incluso la interactuación, con un público variopinto y siempre entusiasta que descubre en el teatro de calle un modo de sentirse artista aunque sea por vía de la transferencia, así como muchos aficionados se sienten toreros cuando contemplan in situ la faena de un matador en el ruedo. No se trata tanto de empatía como de interiorización, de sentirse embutidos en el disfraz de quien interpreta, en una nada delictiva suplantación del personaje.
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El arte siempre conmociona. Rompe con lo establecido y toca sensibles resortes que, en muchas ocasiones, producen sensaciones a las que el pudor de la corrección trata de calmar. Para no complicar los argumentos que sostienen el día a día, que otorgan una coherencia, siempre algo impostada, al tiempo que transcurre con su controlada monotonía.
Por eso el TAC, el de las calles, es también un TAC del alma. Miles de cortes transversales en imágenes que ofrecen un diagnóstico cierto, y a veces conmovedor, de nuestra salud emocional. De nuestra capacidad de sentirnos sorprendidos, y de querer que algún sobresalto brote de modo inesperado ante una palabra, un gesto, una mueca o una acrobacia…
En las antípodas de los invasivos tik tok, la ciudad respira al ritmo del TAC TAC, una primavera emocional, sugestiva y sugerente, que convierte a la a veces excesivamente recia capital del Pisuerga en una moderna –y Antigua, por qué no…- urbe dinámica, alegre y desenfadada. Un nuevo modo de mirar, y también de ser vistos.
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