Pulsera de seguimiento en una imagen de archivo. El Norte
Dura lex, sed lex

Pulseras

«No es lo mismo estar sujeto a una obligación por mandato judicial que la (casi) voluntaria colocación de un trozo de tela para mostrar afinidad con un territorio, un ámbito cultural...»

César Mata

Valladolid

Domingo, 28 de septiembre 2025, 08:51

Como modo de control electrónico o como significación –la que fuere- de material textil. Las pulseras, tan de moda. Para evitar quebrantamientos, unas; para mostrar ... adhesiones, las otras. Pues, qué quieren que les diga, que ni las primeras, ni las segundas. Aunque, hay que reconocerlo, de modo desapasionado, las de variopinto colorido, tantas veces de horterizado diseño, y tendentes a favorecer la inclusión en un grupo ideológico o cultural (desde una perspectiva normalmente superficial), no presuponen el estigma (merecido, o quizá no…) de quienes portan las primeras, sujetos a una vigilancia judicial.

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No es lo mismo estar sujeto a una obligación por mandato judicial que la (casi) voluntaria colocación de un trozo de tela para mostrar afinidad con un territorio, un ámbito cultural, una cofradía o un equipo de fútbol. No, no es lo mismo. Pero…

Vinculadas las primeras al seguimiento y cumplimiento las órdenes de protección y a las medidas que se adoptan para evitar el acercamiento de los agresores (presuntos y ciertos) a sus víctimas, mujeres en la mayoría de los casos, ha saltado a la actualidad la calidad y fiabilidad de los dispositivos, y con ello el potencial riesgo para las víctimas (las presuntas y las ciertas). Presuntas en algunos casos, pues la colocación del dispositivo puede derivar de una medida cautelar, vinculada con un procedimiento principal en el que sea absuelto al acusado. Lo que no impide que se cometa por el tenedor de la pulsera un delito de quebrantamiento de medida cautelar, cuyo bien jurídico a proteger es el funcionamiento de la administración de Justicia, el respeto de sus mandatos y resoluciones, pero que no habrá tenido una víctima real como sujeto protegido en tal ilícito.

El nombre del sistema para verificar el uso de la pulsera, la trazabilidad de los recorridos y otras incidencias (incluidos los fallos operativos, no inusuales cuanto menos ajustada y pulida sea su tecnología) es Cometa. Desconozco si funciona según para donde sople el viento, aunque de ese centro de monitorización habrá de depender el afloramiento de datos sobre las patologías y sus efectos de las pulseras. De momento no están muy por la labor.

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Otro método –que siempre será incompleto y más trabajoso para el estudioso- es acudir a las bases de datos de jurisprudencia. Un territorio fértil para la búsqueda de los comportamientos patológicos de la ciudadanía. Y los modos de constatarlos. No siempre es asunto fácil, sobre todo cuando ha de acreditarse que existe dolo, es decir intención, de hacer lo que se hizo. Y que existía conocimiento. Siempre hay un hueco para el error. Quienes lo niegan ahora en su proceder político acudirán en un horizonte no muy lejano a su auxilio.

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