Anfibios
Crónica del manicomio ·
«Es difícil hacerse una idea aproximada de ese futuro, ya inmediato, y valorar las consecuencias que pueda tener en nuestras emociones y nuestra moral»Los hechos son concluyentes. En un futuro próximo habrá que compartir el mundo real con otro virtual de similar importancia.
Es difícil hacerse una idea ... aproximada de ese futuro, ya inmediato, y valorar las consecuencias que pueda tener en nuestras emociones y nuestra moral. Los abusos de pantalla ya se han convertido en un problema clínico y pedagógico, aunque esto no haya hecho nada más que empezar. Lo que nos promete el metaverso va mucho más allá. Es cierto que mundos irreales e imaginarios siempre nos han acompañado. Recordemos la creencia en los dioses, la convivencia con demonios y ángeles, las artimañas de la magia, los engaños de la hechicería, las promesas de las distopías y utopías.
Sin embargo, estas fantasías, que compartían su apariencia con el entorno real, no dejaban de ser ideas, sueños y conceptos integrados en el teatro natural. Pero ahora, lo que nos propone la tecnología informática es interactuar entre dos realidades distintas y alternativas, pudiendo permanecer indistintamente en cualquiera de las dos sin que lleguen a coincidir. Con la ventaja y el inconveniente de que una es voluntaria y se adecúa a nuestros deseos, mientras que la otra se resiste a ser dominada y nos vence con su solidez.
El problema se acentúa desde el momento en que queda a nuestro alcance intercambiar los dos mundos a cualquier velocidad, por lo que muchas personas se embrollarán, y de tanto abrocharlos y desabrocharlos acabarán confundiendo lo ilusorio con la realidad y lo auténtico con lo artificial.
Hasta ahora, el privilegio o defecto de esa confusión solo estaba al alcance de los locos. Si algo caracteriza a los que afrontan la vida con un estilo psicótico, bajo el orgullo de lo inusual, es que pueden construir un mundo ficticio a su gusto y elegir uno u otro según las circunstancias y las exigencias de su ansiedad. Pero poco a poco, merced a estos progresos técnicos, probablemente irán apareciendo desdoblamientos desconocidos que confundan los sucesos ciertos con los «hechos alternativos», que diría Trump. Dando así ejemplo de la confusión que se avecina.
Es lógico, entonces, que la primera pregunta que nos asalte sea cuestionarnos acerca de la locura y la moral del mañana. ¿Cómo enloquecerán esas personas que van a ser capaces de vivir en un mundo tan anfibio, tan preparadas para respirar en dos entornos distintos? ¿A qué engaños y autoengaños se exponen? ¿Perderán el respeto al prójimo? ¿Tendrán delirios?
Porque si loco es, más o menos, quien comparte dos mundos incompatibles que no acierta a articular o que lo hace mal, una suerte de alienación nueva se va a instalar entre nosotros a la hora de cambiar de mundo. ¿Cómo transitar a diario de una escena a otra bajo dos realidades distintas, desde una guiada por los deseos a otra regida por los instintos? ¿Se romperá nuestra cabeza en el camino?
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