Abrazarse a un cadáver
Isabel Díaz Ayuso ha terminado con esa situación imposible al deshacerse del abrazo cadaverino de unos fiambres parlanchines y revirados
Parece que el último gran éxito de la terapia naturalista consiste en abrazarse a un árbol, remedio acreditadísimo desde la antigüedad que nunca perdió vigencia ... entre los indios americanos, a quienes se lo he visto practicar con devoción y fortuna en diversas comarcas andinas.
Aquí, sin embargo, lo que se puso de moda tras las elecciones que certificaron el auge de partidos políticos supuestamente alternativos fue abrazarse a las momias para formar gobiernos, pero gobiernos enseguida consumidos en guerritas de poder. Como era el caso de la Comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso ha terminado con esa situación imposible al deshacerse del abrazo cadaverino de unos fiambres parlanchines y revirados que lucían (y donde los dejan siguen luciendo) en grado sumo la facultad de la multiplicación y el desdoblamiento.
Entiéndase: la multiplicación de los cargos, haciendo lo contrario de cuanto predicaron en la oposición, y la duplicación de los gobiernos que ocupan, en teoría uno y en realidad dos. Que ahí estaba el vicepresidente de los madriles aguando la gestión a una presidenta que al atreverse a cortar por lo sano consiguió un respaldo popular que ha dejado turulato al mismísimo doctor Sánchez y ridiculizado a los listos de su sanedrín, especialmente al trujamán de feria de las encuestas, zascandil ebrio de petulancia, y al rasputin de los tejemanejes, mamado de soberbia.
Estas elecciones a la madrileña –urnas y cañas– han marcado frontera entre una política libre y los políticos consentidores.
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