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El mismo día en el que Estados Unidos aceptó de manera oficial el lujoso Boeing 747 que las autoridades de Doha regalaron a Donald Trump ... como nuevo Air Force One, Catar se convirtió en protagonista de la primera rueda de prensa del año de Benjamín Netanyahu. Pese a la buena relación de Trump con la petromonarquía del Golfo, el primer ministro de Israel dijo que «no es un país amigo» y calificó de «gran mentira» que tenga algo que ver con el escándalo que la prensa hebrea ha bautizado como 'Qatargate'.
El dirigente conservador fue más allá y, por primera vez, defendió su estrategia de permitir la llegada de dinero de Catar a Gaza durante años para cubrir salarios y gastos de la administración palestina bajo control de Hamás. Una estrategia que perseguía perpetuar la división entre palestinos para imposibilitar la creación de un Estado y que saltó por los aires el 7 de octubre de 2023 con el ataque de Hamás.
El 'Qatargate' es el caso más reciente que salpica a Netanyahu, porque ha llevado a prisión a dos colaboradores cercanos bajo la acusación de recibir grandes cantidades de dinero del reino a cambio de ayudar a mejorar su imagen. Esta operación se remonta a los días previos al Mundial de fútbol de 2022 y la investigación sigue abierta por parte de los servicios de inteligencia. El 'Qatargate' ha enfrentado a Netanyahu con el jefe del Shin Bet, Ronen Bar, hasta el punto que le quitó del cargo, una decisión que ha tumbado el Tribunal Supremo.
Este escándalo reciente sirvió para que el primer ministro hiciera alusión a uno de los secretos a voces en Israel desde hace años: la financiación catarí de Hamás. Desde el ataque del 7 de octubre, no han cesado las críticas a Netanyahu por haber permitido que los islamistas recibieran unos fondos que pudieron emplear para su operación sorpresa.
El primer ministro defendió que la cantidad recibida por Hamás «fue una pequeña parte» y aseguró que «el dinero catarí era escaso y no se destinó a eso», en referencia al 7 de octubre. Netanyahu se extendió en este punto y explicó «nos atacaron en chancletas, con AK-47 y camionetas, que costaron una miseria». Su equipo de comunicación borró estos detalles con el paso de las horas y desaparecieron del vídeo de YouTube de la oficina del primer ministro porque dejaba en muy mal lugar al súper sistema de seguridad israelí y a un ejército que después de 19 meses es incapaz de acabar con un enemigo tan mal pertrechado.
El diario 'The New York Times' investigó la estrategia de Netanyahu de «comprar silencio» en Gaza a cambio del flujo de millones del Golfo y fijó su inicio en torno al año 2012. El primer ministro consideró que «un Hamás fuerte (pero no demasiado fuerte) mantendría la paz y reduciría la presión para un Estado palestino».
La idea de fondo, confesó el propio Netanyahu durante la rueda de prensa del miércoles, era dividir al enemigo. «¿Por qué se hizo? Porque queríamos mantener divididos a Hamás y la Autoridad Nacional Palestina (ANP)», respondió con claridad el dirigente del Likud, quien dijo que el plan contaba con el visto bueno del Shin Bet y el Mossad.
La mayor parte de todo este tiempo, la política israelí consistió en tratar a la ANP como una carga y a Hamás como un activo. El ahora ministro de Economía, Bezalel Smotrich, lo reconoció en una comparecencia pública en 2015. El objetivo de los diferentes gobiernos israelíes era evitar que los palestinos avanzaran con dirección a obtener un Estado y en ese sentido, la estrategia ha resultado un éxito porque la división es total.
«La política de tratar al grupo terrorista como un socio, a expensas de Mahmoud Abás y de la ANP, ha provocado heridas que a Israel le llevará años sanar», afirmó la analista israelí Tal Scheider.
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