De Johannesburgo a Wuhan
Reflexiona el articulista no solo sobre cómo la pandemia ha cambiado a España, sino también la manera en que el país se defiende del rival a la manera de un equipo de fútbol
Javier Yepes
Lunes, 6 de abril 2020, 08:18
Pronto, apenas tres meses el día 11 de julio, se cumplirán los diez años de la consecución del título de campeones del mundo logrado en ... Sudáfrica aquel julio de 2010. El gol de Andrés Iniesta, 'el iniestazo', nos catapultó a lo mas alto del panorama futbolístico mundial y dejó cosido al escudo de la roja la estrella de campeones para siempre.
Al tiempo, salió desde balcón de la práctica totalidad de los hogares españoles el clamor por aquellos héroes futbolísticos, mientras la bandera nacional se prendía a los barrotes como signo de orgullo patrio deportivo. El aplauso mas unánime, el grito mas espontáneo surgió de todos y cada uno al paso de la comitiva por la gesta realizada. Aquello jamás se olvidaría... y así ha sido.
Hoy lunes, 6 de abril, diez años después, el covid-19, un virus respiratorio del grupo de los coronavirus, ¿hijo del laboratorio?, ha confinado otra vez a la gente en sus casas por motivos bien diferentes a los de entonces.
De nuevo, la gente vive y transmite sus sensaciones emocionales desde los balcones y como entonces, la comitiva de los triunfadores, héroes anónimos del silencio de su trabajo, puntuales a la cita con sus conciudadanos reciben a las 20 horas, a modo de comienzo de partido, el aplauso y el grito de apoyo de estos aficionados a seguir viviendo, por el servicio que esos profesionales nos prestan diariamente.
Hoy en la alineación, los porteros, de verde entero, paran en las UVIS el último intento de que la vida no alcance la línea plana del monitor, mientras los defensas enfundados en aquello que en forma de bata y mascarilla, surgidos de la virtud por mor de la necesidad, les han provisto los utileros sanitarios al efecto.
Los Médicos de Atención Primaria, por primera y necesaria, defienden desde muy atrás la llegada de los pacientes favoreciendo desde sus Centros de Salud Rurales y Urbanos que el aluvión de sospechosos no colapse el sistema. Se bien de lo que hablo y de ahí mi aplauso fervoroso y sentido a todos ellos.
De los medios, los que defienden y atacan según la necesidad, se encargan cajeras, transportistas, repositores, farmaceúticos, agricultores, ganaderos… es decir, ese larguísimo etc de los imprescindibles, tantas veces intangibles, que nos permiten seguir resistiendo en estado de confinamiento. Y en ese resistir dramático y glorioso, el de nuestros mayores confinados en Residencias donde los profesionales, escasos y contaminados en muchos casos se están dejando la vida por evitar que se les vaya las de sus internos.
Y en el ataque, los que enfrentan la portería en busca del gol salvador, siguen teniendo el puesto asegurado por imprescindibles, esa legión de personas que como enfermeras, auxiliares, celadores y técnicos sanitarios, servicios de limpieza y cocina o telefonistas y mantenedores del hospital o centro de salud hacen posible la labor de todos los profesionales de la Medicina.
Los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado, el Ejército a través de la UME o la Legión y todos los defensores del orden público son los que nos garantizan que el terreno se mantenga en condiciones óptimas para disputar tan trascendental encuentro. Es decir, los que posibilitan que todos estemos jugando ese partido, que aunque va para prórroga, vamos a ganar. Por eso a las ocho en punto, la partitura de sus sirenas, como la megafonía del estadio, nos anuncian su presencia y en ese momento Wuhan recuerda a Johanesburgo.
¡Abuelo, que son las ocho, vamos! Es Marti, mi nieto. Yo escribo en casa. Ustedes ¡quédense por favor!
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