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Respeto por el escritor, camaradería con el colega

Los más veteranos periodistas del decano de la prensa recuerdan la cercanía de quien lo había sido todo en el periódico, del que nunca se desligó del todo

Sábado, 17 de octubre 2020

Ya no estaba al frente del periódico. Había transcurrido algo más de una década desde su etapa como director, que sumada al periodo anterior en el que desde la subdirección ejerció de máximo responsable de facto de la Redacción, le bastó para reforzar el músculo informativo del decano de la prensa española. Y lo consiguió gracias al trabajo en equipo de Fernando Altés Villanueva en las labores gerenciales y rodeándose de un grupo de jóvenes periodistas –Jiménez Lozano, Leguineche, García Campoy, Umbral desde la diáspora– con los que alcanzó el objetivo de que El Norte diera un salto de calidad que garantizara su permanencia y le situara en óptimas condiciones para mantener su vocación informativa y su cercanía con los lectores en un periodo en el que España iba a emprender profundas transformaciones.

Ya no estaba en el día del periódico, pero nunca se desligó del todo de la marcha del mismo. Mantuvo durante años su puesto en el Consejo de Administración del mismo y asistía todas las semanas a la reuniones del denominado coloquialmente 'consejillo' en las que se valoraba la marcha del periódico y se velaba porque el mismo no se apartara de la línea editorial escogida por los fundadores del diario de Valladolid –defensa de lo castellano, con especial sensibilidad hacia los castellanos y el medio rural– que Delibes se ocupó de reimpulsar desde sus puestos de responsabilidad en el mismo.

Es en esta etapa de segunda actividad del Delibes periodista, cuando dos miembros de la plantilla de El Norte ya jubilados, María Aurora Viloria y José Luis Lera, y un colaborador como crítico 'para todo' –cine, teatro, danza, ópera...– aún en activo, Fernando Herrero trataron en persona y con frecuencia al escritor y exdirector.

«Tenía una fama de huraño que para nada estaba justificada», se arranca en cuanto puede María Aurora Viloria, que como tantos vallisoletanos de toda edad asegura que aprendió a leer en las páginas de El Norte, del que su padre era suscriptor. «Lo que pasa es que era de Valladolid y aquí no vamos abrazándonos a la gente que no conocemos –y menos ahora– pero sí somos cordiales con quienes tratamos», reivindica para Delibes y por extensión para todos los vecinos de la ciudad del Pisuerga la que durante años fue jefa de sección de Cultura de El Norte y que como tal entrevistó al escritor no pocas veces.

Dos deseos: «Probar el lechazo y conocerle en persona»

Tampoco Herrero se encontró con ese Delibes presuntamente hosco. Y su procedencia coruñesa, la ciudad en la que nadie se siente forastero, le avala como una opinión autorizada. «Yo antes de pisar Valladolid por primera vez y hacer de ella mi ciudad, quería colmar dos deseos. Probar el lechazo y conocer en persona a Miguel Delibes, a quien ya admiraba a través de la lectura de sus obra». Dicho y hecho. Probó el manjar por el que la ciudad era conocida allende sus límites provinciales antes de inaugura la posmoderna edad pinchiana y conoció al espigado escritor, llegando a disfrutar como el tercero en discordia de algunos de los eternos paseos de Miguel con Ramón García Domínguez, 'flaneurs' a la pucelana por los confines del delibeano Campo Grande.

«Con frecuencia me pedía consejo sobre qué estreno de la cartelera cinematográfica merecía la pena», recuerda el crítico de El Norte durante décadas. «hablábamos mucho de cine, pero también de la ciudad, porque siempre mostraba una gran preocupación sobre la marcha de Valladolid, sus desafíos y sus problemas. Incluso me atrevo a decir que también era un poco chismoso. Le gusta estar a la última sobre las cosas que les pasaban a los vallisoletanos más conocidos», asegura. «Pero eso era por su instinto. Era un periodista de verdad», interrumpe con vehemencia María Aurora Viloria la disertación herreriana.

«Una vez, en un artículo, establecí un paralelismo de la música del inglés Benjamin Britten con la literatura de Delibes, puesto que ambas, en sus respectivas disciplinas, parten de lo local para alcanzar lo universal –esta dualidad local/universal le hacía merecedor del Nobel, defiende Herrero– y a él, [al escritor, no al músico] le gustó y me escribió una tarjeta para mostrar su agradecimiento», explica Herrero, quien comenta que no fue esa la única correspondencia que recibía del escritor a propósito de los artículos del colaborador.

«Tenía la virtud de la esencialidad en su escritura, razón por la que casi ninguna de sus novelas tiene una extensión exagerada, pero en ninguna falta nada. Era esa su capacidad para contarlo todo pero sin que le sobrase letra, acertando con la extensión», sostiene Fernando Herrero, quien recuerda además que ya en los últimos años, cualquier persona relacionada con la cultura que pisaba Valladolid trataba de conseguir audiencia con Delibes, «era como un santón».

En cuanto a la opinión que transmitía el periodista que en plena dictadura franquista se empeñó en robustecer el carácter liberal del periódico fundado en 1854 sobre la marcha del periódico en los años posteriores a su ejercicio activo, los veteranos de El Norte lo resumen no sin cierta gracia: «Si había que trasladar una crítica o una advertencia sobre algo que no había gustado, lo transmitía el director –durante años, Fernando Altés Bustelo, después, José Jiménez Lozano– pero si había por su parte una felicitación o un elogio por el trabajo realizado, le gustaba transmitirlo personalmente».

«Este año no seremos criticados»

«Era muy cercano con la gente de la Redacción, recuerda Viloria, en unos tiempos en que todo era más fácil y no estábamos todos tan condicionados por las prisas». La jefa de la sección de Cultura en la década de los 90, recuerda aquel día de diciembre de 1993 cuando Fernando Lázaro Carreter, director de la RAE y presidente del jurado del Premio Cervantes, anunció el nombre de Delibes como el ganador de ese año, en una decisión que a nadie del mundo de las letras en español sorprendió. «Este año no seremos criticados por nuestra decisión», señaló aquel día Lázaro, en alusión a la polémica que provocó la elección para el galardón el año anterior de la entonces desconocida poeta cubana Dulce María Loynaz.

Aquella noche, los medios de comunicación locales y nacionales esperaron pacientemente su turno para recoger la reacción de un feliz Miguel Delibes, de 73 años. «Primero fue TVE, que necesitaba tiempo para montar las imágenes y que llegasen al Telediario, luego RNE, que entraba en directo y en tercer lugar íbamos nosotros, El Norte, pero todos veíamos el trabajo de todos, sus preguntas, las respuestas de Delibes y cuando acabamos nosotros, todos los colegas que aún estaban allí esperando su turno coincidieron en mostrar su admiración por la complicidad del escritor conmigo como periodista de El Norte, su cercanía con quien trabajaba en su periódico», relata, con orgullo, Viloria.

Cercanía entre Delibes y la tropa de El Norte, la que transmite el recuerdo de José Luis Lera, crítico de toros y editor de información general, agazapado durante buena parte de la reunión convocada para evocar los últimos recuerdos de Delibes en la redacción de su periódico. «No era taurino, pero Ángeles, [Ángeles de Castro, esposa de Delibes] sí, ella misma me comentó una vez», explica Lera para justificar que seguramente de los presentes era el que menos recuerdos podía compartir. Aunque sí trae a colación uno en el que se puede medir el vínculo afectivo entre los redactores del decano y el escritor y periodista. «Cuando leyó su discurso de ingreso en la Real Academia Española, allá fuimos un grupo numeroso de orgullosos compañeros de El Norte para ser testigos de la ceremonia. Manu Leguineche –ya en Madrid dirigiendo la agencia Sapisa– nos invitó a comer a su casa», recuerda Lera.

Delibes (sentado, el segundo desde la izquierda), junto a periodistas, directores y gerente de El Norte de Castilla en torno a los años cincuenta del siglo pasado. El Norte

«Era un hombre de El Norte de Castilla»

Delibes tenía un gran apego a El Norte de Castilla. Quería mucho al periódico. Sentía un afecto enorme por El Norte y lo manifestaba. Él era un hombre de El Norte de Castilla, totalmente. Creo que se definiría más así que como novelista». Con esta rotundidad se expresa el también periodista Ramón García Domínguez, amigo y biógrafo del escritor, al que trató durante 35 años ininterrumpidos.

El cariño indisimulado del literato vallisoletano hacia el periódico en el que ingresó como caricaturista en 1941 y que dirigió entre 1953 y 1966 –los cinco primeros años y los tres últimos en la sombra– no le impedía reconocer sus fallos. «A veces se quejaba de que salían erratas, sí, pero eran pequeñas anécdotas», recuerda entre sonrisas García Domínguez.

Las conversaciones sobre el diario y sus profesionales fueron habituales entre ambos. El escritor «tuvo amigos íntimos en El Norte», que su biógrafo, prudente, prefiere no desvelar para evitar olvidar a alguno. Tampoco especifica de quién o quiénes hablaba más. Solo hace una excepción:«Miguel Delibes tenía mucho aprecio a todos los periodistas de El Norte de Castilla, y sobre todo a algunos que hacían cosas que él no alcanzaba. Por ejemplo, la crónica taurina de José Luis Lera, al que tenía mucho aprecio; primero, porque ha escrito siempre muy bien», relata.

Obligado a renunciar a la dirección, durante un tiempo Delibes «echó de menos el día a día del periódico, pero luego la vida le lleva por otros derroteros que siempre empezaban y acababan en Valladolid». De su profundo arraigo da fe el hecho de que rechazó dirigir 'El País'. «Aquí estaban sus raíces, su apego. Él decía: 'Sacarme de Valladolid es como arrancarme el rodrigón que me mantiene atado a esta tierra y a estas gentes'. Y eso que hasta le ofrecían un coto para cazar...», rememora Ramón García. ¿Cómo habría sido 'El País' de Delibes?«No sabemos. Pero si hubiera manifestado la misma independencia que en El Norte respecto a los poderes establecidos, supongo que les hubiera ido muy bien», opina.

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