Darío Villanueva: «La tecnología ha sido y es el motor principal e indispensable de la posverdad»
El teórico y crítico literario Darío Villanueva ofreció una ponencia del más alto nivel sobre las implicaciones de la posverdad, «que no deja de ser una mentira repetida mil veces»
'Periodismo y posverdad'. Ese fue el título de la ponencia con la que el teórico y crítico literario Darío Villanueva (Lugo, 1950) sorprendió ... a su público en el I Congreso Internacional Miguel Delibes. El Licenciado en Filología Románica, doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid y catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada ofreció un magistral alegato, con gran claridad expositiva y enorme profusión de fuentes y de datos, contra la posverdad, término introducido en el diccionario de la RAE en 2017, que se refiere a aquella información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público.
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Arrancó su exposición alabando la independencia con la que siempre brilló Miguel Delibes, quien «se mantuvo siempre al margen de grupos y capillas literarias», una independencia que se vió sobre todo en el desempeño de su actividad periodística en El Norte de Castilla, «donde lo fue casi todo antes que director». Para el exdirector de la Real Academia Española, el periodismo aporta de por sí, al margen desde donde se ejerza, «una curiosidad global, el pulso de la actualidad contemporánea que luego demanda una prosa expresiva y eficaz a la vez». Delibes siempre estaba atendo a buscar el lado bueno de la noticia, señaló, «pues aprendió que había que decir lo más posible con el menor número de palabras posibles». Sin embargo, apuntó que la exigencia deontológica de ser fiel a la verdad de los hechos, algo que debe caracterizar al escritor de periódicos, no es aplicable al novelista vallisoletano, cuyo lector acepta el pacto de lo que Colerige llamaba, «la voluntaria suspensión del descreimiento».
Para Villanueva, las relaciones entre periodismo y novela vienen de lejos. Destacó que en ambos medios se da una relación semejante en lo básico entre escritura, realidad y narración. «En los años cincuenta se demostró la voluntad de los novelistas por testimoniar la realidad cotidiana que los periódicos sometidos con rigor a la censura previa, no estaban en condiciones de difundir». Como ejemplo contó la anécdota de que al propio Miguel Delibes le prohibieron dar la noticia de un descarrilamiento de un vagón cargado de naranjas, porque el Estado no podía consentir que trascendiera un fracaso puntual en la circulación ferroviaria.
Villanueva encuentra buenos ejemplos (y más antiguos) del New Journalism norteamericano que hicieron famoso Truman Capote, Norman Mailer o Tom Wolfe entre otros, en nuestra lengua, concretamente en «Operación masacre», que el argentino Rodolfo Walsh publicó en 1957 y en los escritos del español Javier Cercas. Recordó también que más recientemente el novelista Manuel Vilas relaciona esa tendencia suicida de dudar de la verdad, «que era tan de Nietzsche», y de confiar en la mentira, «típico de los posmodernos», con la «sociedad líquida» en que vivimos, «generadora de lo efímero». Recordó que Vilas hizo también una interesante reflexión, que era que la literatura, que por su propia naturaleza era «ficción», «se ha pasado a la verdad». «Ahora la literatura tiene que contar verdades si quiere ser leída. Nada de mentiras. Eso déjamelo para el Facebook», apuntó.
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La jornada del viernes en el Congreso
Para Villanueva, en la entraña del ser humano y en la sociedad en general, están la falsedad y la falsificación. «Somos agentes pasivos de su supervivencia por mecanismos psicológicos profundos, como el llamado sesgo de confirmación, que nos hace sumamente vulnerables a los engaños que confirman nuestros prejuicios», dijo y señaló que otra de las capacidades innatas del ser humano es la estulticia, o incluso la idiocia, «contra la que nadie puede presumir que esté vacunado», señaló irónicamente.
Opinó que el poshumanismo se ha impuesto a la posmodernidad y que en ese escenario surge un nuevo concepto, que es «interesante a la vez que preocupante»: la posverdad, que se refiere a las circunstancias que denotan que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales. Villanueva señaló tres operaciones políticas muy recientes que ejemplifican bien lo que es la posverdad, que son el Brexit, el procés y «las peroratas» de Donald Trump a lo largo de su campaña presidencial. «Esa prepotencia de los actores de la historia frente a los curritos y piernas que todavía vivimos en una comunidad basada en la realidad, reaparece potenciada al máximo con Trump, cuyos fontaneros se atreven incluso a redefinir el concepto de verdad».
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Recordó también a un «genio malvado de la comunicación», el filólogo Joseph Goebbels, que fue ministro de propaganda de Hitler, para quien «una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en verdad». Señaló que la posverdad se nutre principalmente de fake news (bulos), que son falsedades difundidas a propósito para desinformar a la ciudadanía con el designio de obtener réditos económicos o políticos. «La posverdad y una de sus herramientas, que son los bulos, se han instalado en nuestra sociedad y en su cultura política, no por azar, sino por la confluencia de factores característicos de la posmodernidad».
Para este teórico, la verdad ha dejado de vender, «y la rentabilidad se ha impuesto sobre toda valoración ética». «En política, en el contexto de la posdemocracia, el reflujo del nacionalismo, el populismo, el reaccionarismo e integrismo y el falso progresismo favorece el caldo de cultivo de la posverdad», y aquí introduce la dimensión tecnológica, porque sin la galaxia digital, no se explicaría cabalmente este fenómeno. «Ya dijo Fernando Vallespín que las redes sociales han devenido en una nueva esfera pública, capaz de emanciparse de los controles, no sólo de los gobiernos, sino también de los propios medios de comunicación tradicionales. Él tenía un diagnóstico certero, y definía internet como «bazar de los disfraces», donde cada participante puede aparecer como quiera, falsear su identidad, generar bulos sin tasa y sustituir la verdad objetiva por lo que el trol proponga y difunda ecuménicamente a través de bots».
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Lo que se impone ahora, según Villanueva, son los relatos. Las anécdotas sustituyen a los datos y a las estadísticas en los discursos de los candidatos y «sus posverdades desplazan a la realidad de los hechos». Como consecuencia de ello, la clave para lograr el poder está en incidir sobre las emociones y los marcos o los sesgos mentales de los votantes». Como maestro en eso de la usurpación política de la narración, destacó la figura de Ronald Reagan, «quien gobernó a base de anécdotas, muchas ficticias». «Puede que la tendencia venga de antes, del Watergate, pero es indudable que los republicanos estadounidenses, desde Nixon y Reagan hasta Bush jr. y Trump, han conseguido activar en una parte significativa de la población, los marcos mentales que más les convienen, entre ellos, el del Estado como padre estricto que define reglas de conducta, que castiga y educa con firmeza cuando la situación lo requiere».
Entrevistas a los ponentes
- Iñaki Gabilondo: «Las redes sociales están envenenando por completo la relación de la sociedad»
- Feng Junwei: «Creo que no existe tanta diferencia entre los periodistas de aquí y los de China»
- Álvaro Ybarra: «Vivimos en un mundo en el que cada vez es más difícil informar»
- Sergio del Molino: «Frente al caos de las redes, los medios pueden imponer cierto orden, jerarquía y limpieza»
- Fernando Ónega: «Me da mucho miedo la cultura del odio que se está imponiendo en las relaciones políticas»
- José Antonio Zarzalejos: «Hoy el periodismo está en una situación calamitosa y hay que repensar cómo lo recuperamos»
- Lucía Méndez: «Las redes sociales son una adicción como el alcoholismo»
- Mamen Mendizábal: «El periodismo tiene que ser molesto para el poder y estar del lado de la ciudadanía»
Otro vector de la posverdad, que para el teórico es de gran trascendencia, tiene que ver con la poderosa irrupción de inéditos medios de comunicación proporcionados por las nuevas tecnologías, «que han producido el declive de la prensa y las grandes cadenas de radio y televisión, no solo en términos comerciales, sino también en cuanto a credibilidad». Habló también del declive de los medios de comunicación tradicionales. Señaló que el 72% de los norteamericanos que en 1976 confiaba en los medios, se ha reducido ahora, a menos de la mitad. Concretamente a un 32%. Un vacío que ha llenado Internet, ya que el 62% de los ciudadanos se informan en las redes sociales, no en la radio ni en la televisión.
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Ahí Villanueva ve un peligro evidente: las redes ponen en circulación contenidos de forma autónoma. «No hay control editorial. Se esfuma la frontera rigurosa entre informaciones basadas entre hechos contrastados y opiniones». Es obvio, por tanto, que las redes sociales han jugado un papel decisivo a favor de la posverdad. «La tecnología ha sido y es, el motor principal e indispensable de este fenómeno», concluyó.
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