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Maika y su hijo Álvaro a la puerta de su negocio, Bar Ángel, en Ciudad Rodrigo. S. G.

«Un bar es muy esclavo, quiero que mi hijo tenga tiempo para su familia»

En femenino ·

Maika Hernández, comenzó hace 39 años en el sector hostelero en el Bar Ángel de Ciudad Rodrigo, donde el varón de sus dos hijos sigue sus pasos

Silvia G. Rojo

Salamanca

Viernes, 29 de abril 2022, 18:04

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Deja a un lado el mandil y con su habitual buen humor, se prepara para la fotografía que ilustrará esta información: «Hay que estar siempre de peluquería porque nunca se sabe cuándo te van a hacer una foto», ríe Maika Hernández, hostelera de Ciudad Rodrigo que no acaba de sentirse cómoda siendo el centro de atención.

Recaló en el sector hace 39 años y, desde entonces, la vida de Maika ha estado ligada al Bar Ángel de Ciudad Rodrigo, uno de los referentes de la localidad salmantina, donde lo mismo organiza la parte de la cocina, que atiende detrás de la barra o en la terraza.

«Lo mejor de este negocio es la clientela, me lo paso bien, siempre puede haber una excepción, no es lo habitual; me gusta el trato con la gente», declara.

Lo que lleva peor es «cuando se producen aglomeraciones, en fechas muy concretas, ¡no sabes ni dónde atender!». En su mente todavía deben estar esas cientos de personas que ha atendido durante los días de la reciente Semana Santa, en los que se mezclan sus clientes habituales y aquellos que están de paso al ritmo del periodo vacacional.

Su negocio ha crecido al compás de los tiempos y detalla aquellos primeros años: «En aquella época la gente no tapeaba, te pedían un 'bitter kas' para compartir, un vermú y la bolsa de patatas», explica. «Salir a desayunar como ahora, tampoco se hacía y, al principio, la terraza se montaba en junio y con la feria de Salamanca, a mediados de septiembre, desaparecía hasta el año siguiente. En cambio, ahora está todo el año».

Sobre ese particular, la propia pandemia ha marcado un antes y un después, y terrazas como la suya han buscado una mayor comodidad con estufas y toldos que resguardan del invierno mirobrigense.

Este bar, que explota junto a su socio Laure de Miguel, ha trabajado desde sus inicios productos como la jeta (hocico del cerdo), los morros y los sesos como pinchos principales, «pero originalmente se gastaba muy poca jeta por eso que te digo: no había costumbre de tapear; 20 kilos te duraban 15 días, y ahora te los gastas en una jornada».

Reconoce que los pinchos que, a día de hoy, tienen más tirón son la jeta y las croquetas. «Al final, todo se vende, porque tienes mucha más variedad, pero esos son los principales». Las croquetas empezó a hacerlas como su madre: «En la sartén y con la cuchara de palo, luego vas avanzando».

En víspera del Día de la Madre adelanta que lo pasará trabajando, como cada año desde que comenzara con 20 en el negocio. «Aquí lo de conciliar siempre ha sido complicado, no disfrutas de la familia, y aunque siempre procuraba comer con mis dos hijos, sin televisión para que pudiéramos hablar, el resto del tiempo era a la carrera. Nunca podía ir a la piscina, ni al cine y los fines de semana es cuando más se trabaja».

Negocio familiar

Por este motivo, y aunque su hijo Álvaro forma parte del negocio familiar, señala abiertamente sus preferencias: «No estoy contenta de que mi hijo haya seguido, pero ha sido siempre lo que quería y le gustaba y cuando a veces no estudiaba y le amenazaba con venir al bar, te confesaba que era lo que quería, así que con esto no le podía castigar». Insiste en que es un negocio «muy esclavo, y mira que a mí me gusta, pero no me gustaría que mi hijo tuviera que pasar por lo mismo que yo, quiero que tenga tiempo para su familia, pero los bares son así».

Maika también ha vivido la evolución del turismo en Ciudad Rodrigo, sobre todo a partir de Las Edades del Hombre de 2006. «Con el paso de los años el turismo se nota un montón, aunque en Semana Santa y el mes de agosto hay mucha gente de la zona que viene a los pueblos de vacaciones y compra y alterna en Ciudad Rodrigo».

Entre esas personas, están aquellas que acudían a su establecimiento siendo muy pequeñas porque «siguen viniendo los hijos y los nietos, y hay gente que se comía la croqueta con la cuchara cuando era un niño y ahora viene con sus hijos».

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