Una cosecha discreta
Punto de Encuentro llegó a 23 títulos, una selección de buen tono medio pero sin obras sobresalientes
Punto de Encuentro batió con amplitud su techo de películas. Salvo que fallen los archivos, la sección siempre se quedaba por debajo de las veinte ... cintas participantes. Este año ha llegado a veintitrés sin que la cantidad tuviese relación directamente proporcional con la calidad. Tampoco la proporcionalidad fue inversa.
Más bien ha sido una edición plana, mesetaria, sin esas obras descollantes que la memoria guarda con obstinación; en correspondencia, apenas hubo bodrios ni órdagos sin cartas adecuadas. La selección parecía defenderse por sí misma con varios premios en festivales de altura, más una buena recepción crítica en las obras que se habían estrenado. Pero resultó retraída y algo previsible. Tal vez esta veintena larga sea el reflejo del panorama del cine internacional, o al menos del que viene avalado por nombres y productoras. Es posible que haya otro de menos vocerío y más ambición artística. Es posible.
De los dos grupos en que se podía dividir el plantel participante, el experimental y el clásico, el jurado optó por el primero. Otorgó el máximo galardón a 'La risa y la navaja', del portugués Pedro Pinho. Una obra que al menos se recordará por su desmesura, tres horas y media.
Y que navega a su aire, ajena a toda norma narrativa, por la geografía de Guinea-Bissau, con un protagonista descolocado que abre relaciones de todo tipo. Una mirada renovada a la descolonización para unos, para otros una inmersión casi conradiana en el horror, un exceso para los restantes.
También el jurado se acordó de dos obras de narrativa más clásica, pero de enorme brío: 'Kika', de Alexe Poukine, y la francesa 'Nino', dirigida por Pauline Loquès. Y cabe citar a las tres películas españolas, que aportaron frescura y riesgo, cada una a su manera.
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