Los intérpretes de la Seminci, quien pone voz a los ganadores
Carmen Castaño coordina a 16 traductores que transmiten las palabras de los invitados a público, periodistas y organizadores
Existe siempre esa persona en el teatro Calderón que se ríe cuando un invitado hace una gracia en su idioma. Casi siempre suele ser en ... francés. El resto del público espera a que el intérprete traduzca sus palabras para -quizá- reírse. «Su trabajo no es solo cambiar al español de forma literal la intervención de un invitado, tienen que transmitir unos sentimientos y saber empatizar», explica Carmen Castaño, coordinadora del equipo que cada año hace que el público de la Seminci entienda italiano, alemán, coreano e incluso farsi.
«No tienen guion. Es una improvisación total», asegura. Este año coordina un equipo de 16 personas que cada día se encargan de acompañar a los invitados a ruedas de prensa, presentaciones, entrevistas y coloquios. «Hacemos de media diez intervenciones por jornada, pero este jueves han sido 20». Castaño explica que su trabajo no solo se relaciona con las actividades que organiza el festival, pues muchas veces acompañan a los invitados en sus paseos por Valladolid. «Desde visitas a museos a traducir la carta de un restaurante», concreta. El equipo de intérpretes también trabaja en algunas de las conversaciones más importantes de la Seminci, como el coloquio del jurado internacional donde deliberan los premios del festival. «Por la diferencia de países, a veces es necesario que estemos presentes en su debate», relata la coordinadora. Además, muchos intérpretes compaginan durante esta semana su trabajo con la Seminci. «Algunos son profesores que tienen una disponibilidad limitada y tenemos que hacer encaje de bolillos. No todos traducen en el escenario, saben que se ponen nerviosos y prefieren estar en ambientes más íntimos, como entrevistas y ruedas de prensa», comenta. En estos años, el público de la Seminci ha podido entender gracias a ellos, entre otros idiomas, el hebreo. «Podrían hablar en inglés y nosotros traducirlo, pero siempre preferimos mantener su idioma natal».
Todo improvisado, con una excepción, cuando leen el pálmares. «Es el único texto que tenemos antes», apunta. Una pequeña parte de la gala de clausura y que cambia cuando llega el momento de entregar las Espigas. «Queremos que se expresen con libertad y les pedimos que hagan pausas para poder traducir. A veces es difícil, porque se emocionan y se olvidan. Por suerte tenemos un gran equipo, con una gran memoria, además. Son capaces de retener todo un discurso para luego transmitirlo», asegura. Pero no solo traducirlo, su papel es ser la voz de los ganadores. Interpretar y cambiar al español unos sentimientos frente a un teatro a rebosar. Al instante y por encima de la carcajada del que sabe francés.
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