'La fábrica y el sexo': la pornografía que desnuda el orden jerárquico mundial
María Ruido vehicula un ensayo visual sobre política, eros y poder en el cierre de la 70 Seminci
Más allá de las propuestas más o menos convencionales en cine de todas las temáticas y procedencias, más allá de grandes estrellas o talentos nacionales ... e internacionales consagrados y por descubrir, e incluso más allá de narrativas poco o muy convencionales, la 70 Seminci también ha dado espacio a proyectos más cercanos al ensayo visual que al documental propiamente dicho. Una de estas propuestas ha sido 'La fábrica y el sexo', de María Ruido, un trabajo de menos de una hora de duración que reflexiona sobre el vínculo entre el poder, la pornografía y la política, mirando atrás en las últimas décadas y culminando en fenómenos como el auge de las ultraderechas o los vídeos con IA de Donald Trump sobre construir un resort en Gaza tras el genocidio israelí
«Este trabajo, construido con archivos de cine, televisión e internet, trata de las relaciones entre poder y placer, de cómo la espectacularización de la política inunda los medios de comunicación», explica Ruido, quien ejemplifica la raíz en Silvio Berlusconi en particular y en Italia gen general: «Es un país donde esa relación y el placer de vivir están muy presente». La película se basa en lo pornográfico, en la «pornocracia» (título a su vez del ensayo del zamorano Jorge Dioni López que ha visto la luz a comienzos de este año, y con varios de los temas aquí abordados en común) y de la «pornificación», concepto que para Ruido «es más obsceno y perverso en la política que en la propia industria del porno, la cual ha sufrido un proceso de degradación muy fuerte», afirma, apuntando a la precarización de las condiciones laborales, una mayor demanda de porno casero o el éxito de plataformas como Onlyfans.
Es en la geografía italiana donde también ubica Ruido, aunque nazca del estado sobertano de El Vaticano, varios de los elementos clave en esta guerra de los hombres con poder frente a las mujeres o a la feminización de derechos conquistados, como el aborto o el divorcio. Desde la «pornocracia» mencionada a la «ideología de género», descansa en el seno de la Iglesia y en su arte y cultura, como en las estatuas de Bernini, esa «pedagogía del placer», como lo define Ruido, frente a la «pedagogía de la crueldad» que se encuentra en el arte coetáneo español.
«Quienes han entendido mejor el concepto de hegemonía son la derecha y la ultraderecha, pues saben que para triunfar hay que construirla, y esto pasa «por la cultura, el pensamiento y las formas de vida». La espectacularización como instrumento para la banalización, la reacción contra movimientos díscolos e incontrolables para el poder, como el feminismo, o la utilización del patriarcado en sus formas más crudas y violentas «generan debates improductivos que desvían la atención de otros asuntos, por ejemplo, los económicos», apunta la directora, quien señala a la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como «una perfecta discípula de esta doctrina».
Signo de los tiempos
«Usar la cultura para producir entretenimiento en lugar de capacidad crítica es el signo de los tiempos», considera esta profesora de teoría fílmica, quien ve en la pornografía «una manera de traducir el orden jerárquico de la mirada». Es decir, quién representa y quién es representado. «El sistema es machista, sexista, clasista, racista... y el porno lo traduce de una manera brutal, pero dentro de su mismo sistema visual».. Y es que, como el resto de la sociedad, «el porno ha evolucionado según cambian las condiciones laborales y los contextos políticos», incluyendo ese despojamiento de la puesta en escena y una mayor producción 'amateur', fruto de la «uberización de los trabajos».
La fábrica y el sexo no es, para su autora, un documental, sino un ensayo visual. «No es un relato narrativo tradicional, sino una propuesta ensayística que piensa el cine y trabaja con archivos de forma autorreflexiva», define. «No plantea una narración habitual ni teleológica, sino una visión del mundo a través del cine». Con un montaje y banda sonora que imprimen un ritmo potente, y poniendo especial seriedad en la deriva del presente, con este trabajo Ruido también quiere reivindicar «las películas pequeñas, porque la repercusión que nos dan los festivales es esencial: para muchas de nosotras, estas oportunidades de que nos vean son muy contadas».
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