Fotograma de 'El contador de cartas'
Sección oficial

Cuentos de niños para consuelo de mayores en la Seminci

Nalin y Panah Panahi recrean la magia de la infancia en 'Last film show' y 'Hit the road', mientras Schrader hurga en la culpa de un veterano de Abu Ghraib

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 24 de octubre 2021

De momento no hay sentimientos analógicos y digitales, sin embargo la nostalgia se asocia a lo primero, por ser una tecnología que se ahoga en ... el mar de contemporaneidad. En el caso del cine ese cambio resultó tan traumático que cada cierto tiempo es materia de guion. 'Last film show', de Pan Nalin, rinde homenaje a operadores y bovinas, al séptimo arte en lo que tenía de artesano, como un 'Cinema Paradiso' indio. Paul Schrader hurga en la culpa de un veterano de la Guerra de Irak implicado en los delitos de Abu Ghraib y Panah Panahi aborda con humor y desde la perspectiva de un niño el exilio de la juventud iraní.

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Película de pandilla, de aventuras y de camaradería con el cine como coprotagonista. A esa estirpe pertenece 'Last film show'. Al principio parece plantear la última proyección para Samay, el hijo de un brahman que considera pecado ver películas. Pero será la última para el Galaxy, la sala en la que ese niño descubre la magia de la luz, de las historias y de las películas.

Nalin vuelca en su quinto largometraje su tristeza por el fin de la era del celuloide, tan física, tan tangible, tan popular, y el comienzo de la era digital, con cabinas de proyección asépticas y robotizadas. Y la concentra en Samay que sueña con hacer películas. Comienza creando su propia sala en un palacio abandonado con unos rudimentarios medios que irá mejorando. Su entusiasmo es contagioso y logrará embarcar a sus amigos. Robarán bobinas, diseñarán proyectores caseros y hasta producirán la banda sonora en directo. Mientras la madre es cómplice de los sueños del niño, su padre los considera una fantasía intolerable. Vendedor de té en una estación abocada a desaparecer cuando se electrifique el tren, la nueva era industrial también amenaza su forma de vida. Ese desvalimiento le llevará a apoyar los afanes de su primogénito .

Nalin rueda una vida feliz en el interior de la India. Los planos cenitales de la madre cocinando exquisiteces, la sensualidad de tejidos, pieles y hasta ruinas anulan las inconveniencias de la pobreza. La infancia como patria fundacional de cada hombre es casi ideal en Chalala, donde los niños hacen guerras de miradas con los tigres.

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Rompe el ritmo el empeño por poner al niño, y al espectador, delante de la destrucción y reciclaje. Esa parte casi documental y cierto edulcoramiento de la historia es el puente que Nalin traza para llegar al homenaje final: El celuloide se licúa y es transformado en pulseras de colores, así cuando ve a las mujeres con los brazos engalanados atribuye a cada una un director clásico. Por cierto que en la lista no figura ningún español. Un cuento bonito, irregular y con el arrebatador encanto de la infancia.

Cambio de miradas

De la mirada ilusionada y brillante de Samay a la inquietante y opaca de William Tell. Así se llama el protagonista de 'El contador de cartas'. Paul Schrader da una clase de estadística y probabilidad por los casinos de Estados Unidos a través de este veterano convertido en jugador. Una metáfora del control sobre el azar de quien ha sido adiestrado para lograr confesiones bajo tortura. El director de 'Adam resucitado' se detiene en aquellos soldados condenados por crímenes alentados muy por encima de su rango durante la guerra de Irak, concretamente en Abu Ghraib.

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Tell logró cierta paz penando por aquello, ocho años y medio entre rejas. La cárcel militar le regaló una vida rutinaria, salpicada por las pesadillas y agradecida por el descubrimiento de la lectura. Una vez libre, comienza una vida anónima y vagabunda en la que aplica sus conocimientos psicológicos y matemáticos. Todo parece transcurrir tan gris como desea hasta que un joven le cuenta su planeada venganza contra el adiestrador John Gordon, que manipuló a su padre hasta el suicidio y al propio Tell.

Quien la hace, la paga y luego duerme bien. Es la cantinela justiciera del mundo protestante que resuena en el guion de Schrader, aunque también explícita que quienes ordenaron aquello y no salían en las fotos nunca fueron condenados. Tell, que se empeñó en pasar página para no alimentar la ira, se ve expuesto por el chaval y decide convertirse en su ángel. El transcurrir kierkergardiano de su existencia es trastocado por los sentimientos.

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El guionista de 'Taxi driver' y el director de 'Aflicción' ha demostrado largamente su maestría tras la cámara. Desde el primer fotograma sumerge al público en un 'thriller', luego le deja descansar humanizando a los protagonistas para sacarse finalmente el as angelical con poderes diabólicos de la manga.

Óscar Isaac interpreta magistralmente a este perturbador Guillermo Tell y William Dafoe encarna al cínico John Gordon. Veterano en otras lides, Schrader mantiene a los amigos de los comienzos y produce este oportuno filme junto a Martin Scorsese.

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Emociones sincopadas

'Hit de road', de Panah Panahi, es una película de carretera, de familia cómica y de exilio dramático. Hijo de Jafar Panahi, Panah ha vivido de cerca tanto el cine como la represión del régimen iraní sobre su padre. Preservar la inocencia del hijo menor es el código de comportamiento de los otros tres miembros de la familia. Así que asistimos a un viaje que no sabemos donde nos lleva ni el por qué. Bromas hiperbólicas, un padre asténico con una pierna rota, una madre que alterna el sentimentalismo con el humor negro y un joven reservado del que solo se nos dice que le gusta el cine y que han pagado su fianza. El destino es un lugar desde el que partirá al exilio. La peripecia culmina sin que el pequeño sepa nada. El viaje de regreso es una montaña de emociones sincopadas en las que la madre puede cantar alto llorando a la vez. Historia tierna y terrible, que se repite aún pasando décadas que adquiere forma de cuento infantil para consuelo de adultos.

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