Y resultó que Castilla no era musicalmente muda
Los folcloristas Federico de Olmeda y Antonio José, que demostraron que la región tenía raíces propias, son ahora homenajeados por el grupo rock La M.O.D.A.
Aunque hoy resulte muy difícil de concebir, hubo un tiempo en el que se pensó que Castilla era una región musicalmente muda, sin folclore propio ... que exhibir en el concierto de la nación. Dos estudiosos de lo popular, que fueron al mismo tiempo grandes músicos de su tiempo, Federico de Olmeda y Antonio José Martínez Palacios, se encargaron de demostrar la falsedad de tal creencia. Al primero se debe el primer cancionero folclórico de la región, el 'Cancionero Popular de Burgos', de 1902, y al segundo, el 'Nuevo Cancionero Burgalés', con el que ganó el Premio Nacional de Música en 1932. Ambos pioneros, figuras esenciales en la difusión y revalorización de la música popular castellana, son homenajeados en su último disco por el grupo rock burgalés La M.O.D.A, que ha reformulado algunos de aquellos temas históricos, y ha compuesto otros bajo la inspiración de esa música popular, que hunde sus raíces en tiempos remotos.
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Había algunas razones que explicaban la aparente mudez musical de la Castilla de comienzos del siglo XX. «La masa general de castellanos soporta una vida lánguida, sin actividad ni energía, sin brillo ni esperanza, así que la voz se ha enmudecido en el cuello de sus gargantas y apenas cantan», se lamenta Federico de Olmeda en la presentación de su colección. «Sus costumbres y sus canciones las tienen sepultadas en el seno de su dolor», añade, y pone como ejemplo ese cantar castellano que reza: «Aunque me ves que canto, / no canto yo; / canta la lengua, / llora el corazón».
El empeño era tan difícil, por la escasez de testimonios orales ya entonces, que Olmeda estuvo a punto de tirar la toalla. Pero entonces se encontró con 'La segadora' de Villalómez, que le arrebató por sus cualidades musicales, y también por su texto, que proclama: «Todo lo cría la tierra, / todo se lo come el sol, / todo lo puede el dinero, / todo lo vence el amor». Y a partir de ahí se lanzó con entusiasmo a la labor recopiladora hasta recoger más de 600 canciones de más de 200 pueblos distintos de Burgos. Tal y como explica: «Fui de pueblo en pueblo, de villa en villa, hasta acopiar los materiales necesarios, un gran número de canciones ya próximas a desaparecer, porque como los viejos que las saben las cantan poco, los jóvenes no las aprenden».
«La masa general de castellanos soporta una vida lánguida;la voz se ha enmudecido en el cuello de sus gargantas y apenas cantan»
Federico de Olmeda nació en el Burgo de Osma, donde ingresó en el seminario que le llevaría a los votos religiosos, aunque pasó buena parte de su vida en Burgos, donde fue primero organista de la Catedral, luego fundador de la Academia Municipal de Música Salinas, y también del Orfeón Santa Cecilia. Además fue director artístico del Orfeón burgalés, puesto que, décadas después, ocuparía también el otro protagonista de esta historia, Antonio José. Pero, además, Olmeda fue un especialista en música religiosa de fama internacional, y compositor de más de 350 obras, entre sinfonías, conciertos, sonatas para piano, fugas para órgano, piezas religiosas e incluso una zarzuela. Como su compañero de homenaje, llegó a lo popular desde lo más culto.
La figura de Antonio José Martínez guarda muchos paralelismos con la anterior. Ambos proceden de clases sencillas que llegan a la música gracias a su evidente talento. Y ambos se iniciaron en las corales y escolanías religiosas. La novedad, en el caso de Antonio José, es que llegó a estar en contacto con la generación del 27, y con las vanguardias musicales de su tiempo. De hecho, el ayuntamiento de Burgos le concedió varias becas y una de ellas le llevó a París, cuna entonces de la innovación.
De su fase de instrucción merece destacarse que uno de sus maestros e impulsores fue el organista Julián García Blanco, que luego, en 1927, sería director de la Coral de Valladolid y más tarde director del Conservatorio de Música de esta ciudad.
'Himno a Castilla'
Pese al tiempo pasado desde la queja de Olmeda, al que estudió, coincide con él: «Castilla nunca fue muda, como ninguna región de España lo es. Castilla tiene su música característica y propia. Las canciones populares burgalesas no deben nada», afirmó categórico. Fruto de este estudio y conocimiento, en 1929 compuso un 'Himno a Castilla' que posteriormente quiso proponer como himno de la República. De él afirma el estudioso Jaime L. Valdivielso -en cuyos artículos para la Revista de Folklore de Joaquín Díaz nos hemos apoyado para estas semblanzas- que es «nuestro autor más celebrado en Europa» y, de hecho, sus obras, más de 150, se publican en París o Nueva York.
La singularidad mayor de Antonio José tiene que ver con su trágico e injusto final, pues falleció en los primeros meses de la Guerra Civil ejecutado por los partidarios de Franco. Aunque nunca llegó a militar políticamente, a diferencia de su hermano, que era de la UGT, sí colaboró con todo tipo de colectivos y asociaciones dedicadas a la difusión popular de la cultura. Y, aunque tuvo defensores en el bando nacional, eso no impidió su ejecución que truncó un talento excepcional. Y que también relegó al olvido su 'Nuevo cancionero', que no se publicaría hasta 1980. En este caso, su voz fue premeditadamente enmudecida.
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