Scaglione: «Hasta un 'beethoven' mal tocado funciona, pero con Schumann no pasa»
El estadounidense dirige a la OSCyL en un monográfico del compositor romántico con el chelista Xavier Phillips
Un «Schumann luminoso» es el que convoca esta semana Case Scaglione al auditorio Miguel Delibes, al frente de la Orquesta Sinfónica de ... Castilla y León. El titular de la Orquesta de la Isla de Francia debuta en Valladolid con un programa dedicado al compositor romántico formado por la 'Sinfonía nº2' y el 'Concierto para chelo', con el francés Xavier Phillips como solista.
De ascendencia italiana, Scaglione platica un español de ecos mexicanos, «fue mi primera lengua con mis padrinos». No hay músicos en su familia, «a los siete años me llevaron a una ópera de Wagner y aquello cambió mi vida». Del trombón pasó a la dirección, «quizá porque tienes mucho tiempo para leer la partitura», ironiza sobre las líneas testimoniales que tienen estos vientos en buena parte del repertorio clásico. Schumann reta a esa familia al comienzo de esta sinfonía elegida por el estadounidense. «Todo el mundo prefiere la 'Tercera y la 'Cuarta'. Yo, la 'Segunda sinfonía'. Es un compositor difícil que requiere otro tratamiento. Estamos acostumbrados a una manera de tocar romántica, hacemos así a Beethoven y a Tchaikovsky, aunque no hay razón para interpretar al primero así. Pero Schumann, aún siendo posterior a Beethoven, tiene una expresión clásica que demanda mucho cuidado en el equilibrio sonoro, en el legato».
La sinfonía elegida «tiene un finale muy original, en el que no vuelve al tema inicial. A la mitad del cuarto movimiento empieza un último tema, plantea una manera diferente de contar una historia musical. Y hay una canción de Beethoven», apunta el director.
Considera que Schumann no se programa demasiado fuera de Alemania. «Muchos le achacan problemas de orquestación, que escribe como un pianista. Pero creo que el problema está en su complejidad a la hora de interpretarlo. Requiere la precisión de Mozart con la intensidad de Mahler. Y eso no es fácil. Por ejemplo, se puede tocar un 'beethoven' feo pero funciona, ¿por qué? No lo sé, pero ocurre. Con Schumann eso no pasa».
La otra ventaja del romántico es la plantilla orquestal reducida. «Va muy bien para estos tiempos. Quizá esta situación nos permita hacer repertorio que nunca se toca. Por ejemplo hay una obra de Aaron Copland, 'Appalachian Spring', para 13 músicos que nunca podemos programar o cuartetos. Esta catástrofe puede también ser una ayuda para impulsar ideas nuevas».
Flexibilidad en el foso
El también titular de la Orquesta de Cámara de Wurtemberg, en Hielbronn, aprovecha su relación estable con los abonados franceses para «asumir algún riesgo. Tenemos la suerte de ser una orquesta para una región, no hacemos tantos programas pero sí los repetimos hasta en siete y ocho sitios. Siempre trato de encontrar el equilibrio entre lo que el público quiere escuchar, la 'Quinta' de Beethoven, y encargos y música contemporánea. En París hay tradición de estrenos, la huella de Pierre Boulez se nota».
Mantienen la programación en streaming a la espera de que el 19 de mayo el Gobierno de Macron permita reabrir los centros culturales. «Creo que las reprogramaciones de lo cancelado durarán hasta 2024».
La ópera dirigió su vocación y sigue siendo importante hoy. «Me gusta alternar sinfonismo con ópera, necesito los dos mundos. En el foso tienes que ser más flexible, cambian los cantantes y otros elementos y eso cambia la música, debes adaptarte».
Xavier Phillips (París, 1971) colabora también por primera vez con la OSCyL. Ganó el Premio Rostropovich de 1989 y trabajó con él durante los siguientes doce años. Es profesor del Haute Ecole de Musique de Sion en Lausana y toca un 'mateo gofriller' de 1710.
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