La Fundación Joaquín Díaz rescata 140 bailes tradicionales de pueblos de Valladolid
El etnógrafo Carlos Porro reúne en un libro y un disco repertorios casi desaparecidos y recopilados entre los lugareños en los últimos cuarenta años
Decenas de entrevistas y sesiones de canto y baile recogidas pueblo a pueblo por la provincia de Valladolid, entre vecinos y músicos que hacían memoria ... de bailes caídos en desuso desde los años cuarenta y cincuenta, han permitido salvar del olvido 140 danzas tradicionales.
«Hemos reunido el baile que hacía la gente con motivo de bodas, fiestas, vendimias, siegas, en las noches de invierno... en fin, géneros, estilos y formatos prácticamente desparecidos que han sido recordados por gente que tenía entre 70 y 90 años, los últimos intérpretes de estas danzas», relata Carlos Porro, etnógrafo de la Fundación Joaquín Díaz, custodia de buena parte del legado etnográfico de Castilla y León y que ha publicado el libro disco 'Bailes tradicionales en Valladolid'. Ayer se presentó en la Casa Revilla en un acto en el que el autor recordó que el baile tradicional se basaba en una coreografía natural aprendida en casa, de padres a hijos, y se fundamentaba en la espontaneidad en la expresión, «con una riqueza de ritmos que en buena parte hemos perdido porque se han dejado de tocar».
En el libro y el disco se rescata parte de ese repertorio arrinconado, cargado de formas, gestos y pasos que se habían olvidado en la tradición de estilos comarcales bien diferenciados, «porque no se bailaba lo mismo en la Churrería que en Tierra de Pinares o Tierra de Campos».
Alerta Carlos Porro de que aquella diferenciación de bailes según la comarca «se ha perdido y cuando se quiere mostrar esas expresiones a través de grupos de danza hay una linealidad de ejecución que es la misma en Segovia, Valladolid o Palencia, apenas se distinguen estilos; si la jota antes se bailaba de siete formas distintas, ahora se hace solo de una manera».
Una homogeneización que también extiende Carlos Porro a la indumentaria, «pues poco tienen que ver los trajes actuales en diseños y tejidos, ahora más livianos, cortos y suaves, una simplificación de estéticas y hechuras quizá debida a que ahora la gente no sabe bordar y apenas coser; antes una persona se tiraba un año para hacerse su camisa o su saya y hoy compras las que quieras, así que eso ha ido en detrimento de la indumentaria patrimonial».
Canciones acompañadas de pandereta, dulzaina, cuerda, percusión y otros instrumentos tradicionales conforman el catálogo tradicional de 104 pueblos, complementado en el libro con textos y fotografías. «Uno se vestía para las fiestas, para bailar, le servía al mismo tiempo de coordinación y aprendizaje para usar el cuerpo y relacionarse con los demás –recuerda el etnógrafo Joaquín Díaz–;así, casi todos los matrimonios salían de esos bailes porque la gente iba allí no solo a divertirse, sino a relacionarse con gente de su edad. Se captaban voluntades, algo que está muy bien analizado en este estudio histórico de Carlos Porro». La interpretación de varias coreografías tradicionales a cargo del grupo Corrobla ilustró la presentación del libro y el disco.
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