Buenos comienzos

La inclusión de la 'Tercera sinfonía', de Franz Berwald, fue una primicia. El director Iñigo Igualador, explica los intentos del compositor por apartarse del romanticismo. El compositor quería distanciarse de las influencias dominantes, pero vista con la perspectiva de nuestros días, su estilo no nos deja detalles importantes de sus intenciones. Sirvió para romper con los nervios del primer contacto con el público y dejó detalles en la flauta y los violonchelos, dentro de una versión hecha con corrección.

La segunda parte, ya con el Coro y el grupo de Ballet, estuvo dedicada a Borodin, ejemplo tardío de vocación de químico de profesión. De hecho, alternar ambas facetas, le causó no poder terminar su ópera dedicada al príncipe Igor, un héroe muy venerado aún en su derrota. La obertura es un resumen de la ópera, terminada por Glazunov. Las trompas sufrieron en su primera intervención, mejorando sustancialmente después. El director hizo una lectura correcta, muy atento a la partitura y superando la rigidez inicial.

Después en las 'Danzas Polovtsianas 8 y 17', las secciones fueron encontrando acomodo y escuchamos muy bien a clarinete y flautas,  dentro de un ajuste mejorable en la afinación. El resultado fue el esperado en un concierto de inauguración. El coro entonó la conocida melodía deslizante de las mujeres y la parte masculina, mientras el grupo de ballet, con un vestuario adecuado al estilo español que quiso imprimir su directora, se desenvolvió sin dificultad con pasos más conocidos que los rusos originales. A los aplausos del auditorio que rozaba el lleno, Orquesta y Coro pusieron fin con el obligado 'Gaudeamus Igitur'.