Dictadores por orden del rey
Agustín García Simón recorre en 'La ambición de poder' la figura del valido a lo largo del siglo XVII a través de los seis que se sucedieron en la monarquía hispánica
Sin existir aún la figura del primer ministro, ni el trabajo de asesor personal o jefe de prensa, los validos del siglo XVII fueron todo ... eso, el brazo ejecutor de los reyes y la garantía de su tranquilidad. Los Austrias menores se parapetaron tras ellos. Agustín García Simón (Valladolid, 1953) escudriña en 'La ambición de poder' (Marcial Pons) los seis validos españoles con dos protagonistas, Lerma y Olivares. El día 1 lo presentará en la librería Margen.
«El poder, junto al amor, son las grandes pasiones irrefrenables e inexorables del ser humano. El amor es la sublimación, el poder es más grosero, ocurre a pie de humanidad y trata con las sentinas del hombre tanto como con su excelencia», explica el García Simón que publicó en 2021 'Don Álvaro de Luna. La tragedia de un precursor', monografía sobre el 'protovalido' medieval de Juan II.
«Favoritos y privados hay muchos; valido, solo uno. Desde la antigüedad los reyes encuentran en los primeros la palanca que les quite el engorro de gobernar, un oficio duro que exige condiciones de prudencia, sabiduría y honestidad, lo cual no conjuga bien con la práctica humana. El valido aparece en el XVII. Por primera vez gobierna y decide en los problemas de Estado, incluso gobierna sustituyendo al rey que le ha otorgado su plácet, que lo ha elegido», aclara este «diletante de la historia» que dirigió la Unidad de Publicaciones de la Consejería de Cultura.
No fue solo la abulia de los Austrias menores la que explica el poder absoluto del Duque de Lerma, quien diseña las atribuciones y currículum necesario para ocupar el puesto. «También Richelieu y Buckingham son validos de Inglaterra y Francia. Sustituyen esos defectos gravísimos de muchos reyes a los que sirven, la pereza, la incompetencia, la molicie. Funcionan como dictadores, 'avant la lettre', gobiernan mientras el rey se divierte. Asumieron las funciones del Estado con la sola voluntad del rey». También son el parapeto, «la fachada de rey al que preservan. Viene a decir 'yo gobierno que el pueblo me golpee' y el rey mantiene su idealización».
El autor de 'El ocaso del emperador' desciende por la falda de la dinastía germana durante el «siglo de hierro» a través de estos ministros plenipotenciarios. «Lerma es probablemente la figura gracias a la cual la monarquía hispánica entra en vías de decadencia total. Durante las casi dos décadas que está al frente hay una destrucción sistemática de la corona de Castilla, pieza fundamental para mantener el imperio. Entre esta corona y el resto de reinos españoles se produce una disensión consistente en que Castilla se está arruinando por mantener esa decadencia a la que contribuye el valido y el abúlico Felipe III, de manera que cuando llega Olivares es muy difícil sostenerla», apunta sobre el primer valido que intentará perpetuar el cargo en su familia a través del Duque de Uceda, sin conseguirlo.
«Lerma aglutinaba todas las miserias, era cobarde, traidor, torpe, sin embargo tenía una idea de sí mismo tan exacerbadamente alta que le empujó a hacer lo que hizo. No fue malo su sistema de validos.Pero su falta de intelecto y humanidad provoca su caída rápida», sintetiza el narrador de 'La herida del tiempo' (Siruela).
Después llegará el Conde-Duque de Olivares, el paladín de Felipe IV. «Olivares ha sido estudiado por casi todos los intelectuales españoles –entre ellos Cánovas o Marañón– como una gran figura de nuestra historia, es una cumbre. Hereda una complicada situación política y se empeña en devolver el brillo y la grandeza a la monarquía hispánica, casi lo consigue pero tuvo muy mala suerte». García Simón cita la biografía que le dedicó Elliott, «obra maestra del hispanismo».
Olivares afronta el levantamiento de los reinos periféricos. «El nacionalismo periférico de hoy está perfectamente representado en sus orígenes de 1640 en el Corpus de Sangre catalán y en la revuelta contra el impuesto de la sal en el señorío de Vizcaya, luego el País Vasco. Se niegan a pagar un impuesto de Olivares, hubo violencia, ejecuciones, los habitantes de señorío no pagan y, al final, ganaron como hoy. En el Corpus de Sangre de Cataluña por primera vez quieren que su foralismo, sus privilegios, se antepongan a cualquier otra cosa que pueda ocurrir en la Penísula Ibérica. Ganan porque destruyen a Olivares. Portugal, al rebufo, consigue separarse e independizarse. El actual nacionalismo, que surge a final del XIX y llega hasta hoy, tiene sus orígenes en estas revueltas del XVII».
Mientras, los reyes se divierten en cacerías, fiestas, probando nuevas amantes. Personajes como el Conde de Villamediana o Quevedo lo cuentan. «Juan de Tassis era un tipo con aspectos despreciables, sin embargo aporta algo fundamental. No hay nadie que trate la cuestión pública con su agudeza y desparpajo. Su crítica de la corte y la vida social del XVII tiene toques modernos».
Por su parte, Quevedo acabó en los sótanos de San Marcos de León por orden de Olivares. «La relación de Quevedo y Olivares es uno de las aspectos más fascinantes del XVII, son dos gigantes que se usan el uno al otro para construirse y destruirse. Son dos personajes extraordinarios, de gran complejidad».
Aquella sociedad no perdonaba ni la bastardía ni la homosexualidad. Don Juan de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV, es sacrificado políticamente por su padre. Villamediana, acusado de sodomita y ajusticiado, aunque fue su amor por la reina lo que irritó al monarca. Rodrigo Calderón es otra de las víctimas.
Lerma no logró perpetuar a su linaje en el poder, tampoco Olivares. «El Conde Duque sueña con su hija María, pero muere a los 17 años durante un parto, y él cambia. Es inexplicable cómo puede aguantar con ese dolor hasta 1643 que se le quita de en medio Felipe IV. Es una personalidad ciclotímica, un hombre iracundo y a la vez ejemplo de estoicismo. Leyó a Tácito y estaba en contacto con Justo Lipsio, representante de la tradición estoica. Fue un hombre complejo. Sin quitarle los lunares tremendos y sus equivocaciones, tuvo una gran intuición. Muchas de las reformas que no pudo llevar a cabo fueron retomadas un siglo después por los ilustrados. Moralmente impecable, con un sentido del deber, del trabajo y la responsabilidad que no le iguala nadie».
Luis de Haro, sobrino del Conde-Duque, fue «un callado siervo» que prefirió «ir tirando» a hacer nada y ganarse al rey comprando pinturas de su gusto. Del adorno a la batalla entre dos órdenes religiosas, los dominicos, confesores de la corte castellana, y los jesuitas, que amenazan su monopolio con la llegada de Nithard, junto a la reina Mariana. Precisamente un «pícaro» napolitano que tiene amores con una camarera de la reina, Fernando de Valenzuela, sorprende a la nobleza dirigiendo las riendas de la monarquía hasta la mayoría de edad del príncipe Carlos II.
García Simón esboza un perfil de los validos al final de cada capítulo. « Creo que la historia siempre dará una oportunidad a sus aficionados y profesionales de encontrar matices que no han visto la luz y pueden explicar muchas cosas.Sabemos mucho de la economía, de la sociedad, de la coyuntura para explicar el contexto y la evolución, lo sabemos casi todo. Pero hay que dar muchas vueltas para entender el factor humano».
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