Rubén González Tuero, ganador del 72 Premio de Novela Ateneo
«La ciencia ficción debe tener también pasiones humanas»
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Rubén González Tuero, ganador del 72 Premio de Novela Ateneo
«La ciencia ficción debe tener también pasiones humanas»El vínculo de Rubén González Tuero (Gijón, 1962) con la creatividad es, sin llegar al vicio, sí de un entusiasmo desmedido. Ya sea con la ... música, a través de composiciones propias al piano, como con la literatura, donde ha explorado los géneros de la novela histórica y de ciencia ficción. Precisamente en esta última temática ha resultado premiada su distopía 'Gijón 2085' en la 72ª edición del Premio de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid. El autor ha presentado este viernes la obra galardonada en la 58ª Feria del Libro de Valladolid, en un acto que ha contado con la presencia del alcalde Jesús Julio Carnero, el director del Ateneo, Luis María Gil, y la periodista Angélica Tanarro.
«He leído mucha ciencia ficción en mi vida, pero no soporto aquella que se pierde en detalles vívidos del universo y se olvida de que tiene que contar algo que le pase a alguien», explica González Tuero, quien define sus obras como aquellas que le gustaría leer a él: «No pretendo hacer Literatura con mayúsculas, ni utilizar todos los recursos narrativos; pero considero que la ciencia ficción también tiene que tener pasiones humanas, misterios, cosas que enganchen y tiren para adelante».
Esta novela noir ambientada en la Asturias del futuro tras una catástrofe climática arranca, como todas las de su género, con la aparición del cadáver del hijo de un magnate y la desaparición de la hija de otro hombre rico, sucesos que empujan a un periodista perdedor y listillo; trasunto del detective de las obras más populares de Chandler y Hammett, aquí de nombre Marley; y a un policía con una IA neuronal implantada en el cerebro, a indagar el por qué de estos sucesos.
«Es una novela sin guiños conscientes», rechaza el autor asturiano. Y es que cuando siente que se acerca a alguno de sus escritores predilectos; ya sean Arthur C. Clarke, Connie Willis o la saga del detective Montalbano de Andrea Camilleri, tiene González Tuero por costumbre alejarse y «evitar que se parezca lo más mínimo», aunque concede que algún lector avezado pueda encontrar alguna conexión involuntaria, de algún personaje o escena que haya olvidado: «Cada vez me pasa más, desde que leo en digital; antes con papel ya sabías el título y el autor de ver siempre el libro en la mesilla, ahora me cuesta hasta recordar qué es lo que estoy leyendo».
'Gijón 2085' ya fue concebida en 2022, y estuvo tomando forma poco a poco mientras su autor dilucidaba cómo documentarse para crear avances tecnológicos verosímiles, como la máquina «Senso», destinada a generar placeres y dolores a demanda de sus usuarios una vez conectada directamente al cerebro: «Hay detalles que no puedes hacer mal», se exige.
Sin embargo, los adelantos de gigante especialmente en el campo de la IA le han hecho ver cómo la realidad alcanzaba a velocidad supersónica los ardides narrativos que había inventado para este futuro temprano: «Después de escribirlo, leí en la prensa que Elon Musk estaba por sacar un implante neuronal, y solo deseé que si lo publicaba tenía que ser rápido», confesó entre risas.
'Gijón 2085' también ilustra su trama 'noir' con esas pinceladas futuristas que abarcan desde una evolución en el lenguaje coloquial con expresiones inventadas fácilmente entendibles por los lectores de hoy, hasta explicaciones sobre cómo funciona este nuevo mundo o cómo la catástrofe climática ha modificado el paisaje gijonés; en lo orográfico pero también en lo sociopolítico: «Documentarse es fundamental», asevera el autor, que también tiene pinitos en la autoedición de obras históricas, como 'Rehenes de Roma' o 'El oro de Augusto'.
«Hay algunas novelas de género buenísimas y otras terribles de centuriones romanos comiéndose un tomate», lamenta. Por eso, acomete sus proyectos propios con el ánimo de hacerlo mejor que lo que lee: «Hay un momento que la novela te domina, te posee, lo sufre la familia, estas en tu mundo pensando en otras cosas...», ríe. Pero, a pesar de todo, disfruta del proceso: «La música y la literatura me obligan a estar continuamente aprendiendo, aunque sea lo que hago mal: me dan dosis de humildad y autocrítica importantes».
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