

Secciones
Servicios
Destacamos
Su última compra ha sido el catálogo sobre la exposición que la Galería Nacional de Arte Antiguo en Roma dedica a Caravaggio. José Carlos Brasas ... Egido (Valladolid, 1950) lo coloca sobre la mesa de su salón a la espera de poder disfrutar en papel de las pinturas del virtuoso del tenebrismo de los siglos XVI y XVII. Lo acaba de recibir en su domicilio en Valladolid, casi una casa museo donde este catedrático jubilado de Historia del Arte custodia una biblioteca de siete mil libros, catálogos y monografías sobre arte universal. «Es una de las mejores de España en su género», asegura su propietario. «Desde muy joven, con 15 años, empecé a comprar libros, ha sido afición, casi un vicio».
Durante décadas ha ido atesorando una colección de volúmenes sobre grandes maestros como Rubens, Rembrandt, Zurbarán, Goya, Velázquez o, entre otros, Picasso, el de mayor presencia en esta selva de papel con doscientas publicaciones sobre la pintura del genio malagueño. «Hay monografías extraordinarias que me consta que no están en la Biblioteca de la Universidad, que no compra al ritmo que he comprado yo a lo largo de los años». Además de libros el fondo incluye revistas, folletos y otros documentos sobre historia de la pintura y la escultura, arquitectura y platería (tema de su tesis doctoral), junto a cientos de volúmenes de literatura, prehistoria, arqueología, historia antigua, medieval, moderna y contemporánea, de la ciencia, de la medicina, del cine y de la música. Todo ello complementado con una colección de música y cine en discos, cedés y deuvedés.
El destino de este fondo bibliográfico, minuciosamente colocado en habitaciones de la casa con estanterías a rebosar de libros, será la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras. Apunta el que fuera catedrático de las universidades de Valladolid y Salamanca que «serán de indudable valor y utilidad para el estudio y futuras investigaciones en historia del arte, en especial por lo que respecta para el profesorado y el alumnado» del departamento vallisoletano donde Brasas Egido se licenció y doctoró bajo la dirección de su «maestro», Juan José Martín González, quien también donó su biblioteca personal a la UVA.
En librerías de viejo de Madrid y Valladolid, en museos y en compras por Internet ha adquirido –y continúa haciéndolo– la mayor parte de estos volúmenes que comparten espacio con 120 pinturas, acuarelas, dibujos y grabados de pintores castellanos de los siglos XX y XXI.
Tan particular y heterogénea muestra pictórica de paisajes, retratos, desnudos y abstracción cuelga de paredes de pasillos, habitaciones y el garaje –«afortunadamente no tengo coche», se congratula Brasas Egido–, ofreciendo cobijo a obras del zamorano José María Castilviejo, los vallisoletanos Félix Cuadrado Lomas, Anselmo Miguel Nieto, José Manuel Capuletti, Eduardo García Benito, Gabino Gaona y Francisco Galicia. También incluye esta ruta doméstica artistas vinculados a Valladolid como Martí i Monsó, García Lesmes, Jorge Vidal, Gregorio Prieto o Benjamín Palencia, además de una escultura del palentino Victorio Macho o pinturas de los salmantinos Isabel Villar y Zacarías González o del burgalés Vela Zanetti. No faltan pinturas de contemporáneos que siguen pintando en sus estudios de Valladolid, como Santiago Estévez, Enrique Reche y Pascual Aranda o Manolo Sierra en Simancas. Un autorretrato de la serie 'Los caprichos' de Goya cuelga a la entrada de su despacho.
Con todo, la 'joya de la corona' es el retrato 'Teresina', de Fernando Labrada, «coetáneo de Sorolla y Zuloaga», explica con orgullo Brasas Egido.
A continuación, muestra en otra habitación un desnudo femenino al aire libre que Anselmo Miguel Nieto pintó en 1904 y le regaló su familia por una monografía que Brasas Egido le dedicó en 1975. Porque además de comprar obra, parte de las piezas han llegado a su colección por donación de los artistas sobre los que realizó estudios o catálogos, o con los que trabó amistad a lo largo de los años. También por la relación con familiares y herederos de los pintores. «Muchas de estas pinturas tienen un valor más bien sentimental y están relacionadas con mi trayectoria profesional». Con todo, descarta desprenderse de ellas sacándole rentabilidad alguna. «Estos cuadros me acompañan, son un poco reflejo y testimonio de mi historia como profesor de arte y como estudioso de la pintura, sobre todo la del siglo XX en Valladolid; son algo muy querido, muy entrañable para mí. No vendería ninguno de estos cuadros. Algunas veces me han ofrecido una cantidad respetable por alguno y me he negado. No tenía sentido venderlo ni tampoco dejarlo en herencia».
En estos días, a través de los vicerrectorados de investigación y patrimonio se está proceiendo a formalizar con la UVA la donación post mortem de la biblioteca personal y la colección de escultura y pintura de quien impartiera clases en sus aulas y es miembro de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid.
«Quisiera agradecer la buena acogida y disposición del rector y el equipo rectoral de la Universidad así como las palabras de agradecimiento de los profesores del departamento de Historia del Arte, congratulándose por la donación», añade el profesor Brasas Egido. «La reputación de nuestras universidades se sustenta, además de en la excelencia de su profesorado y alumnado, en sus bibliotecas; Harvard y Cambridge presumen de sus excepcionales bibliotecas, que constituyen uno de los principales pilares de su fama y prestigio». A la muerte del dueño de la colección, esta pasará a manos de la institución académica: «Solo he querido devolver a la Universidad, 'mi Universidad', lo mucho que me ha dado».
El anhelo de José Carlos Brasas Egido es que tanto su fondo literario y pictórico no se disperse y pueda ser «disfrutado» por la ciudadanía. «No quiero que mis libros y cuadros acaben en Wallapop ni sirvan para decorar despachos o dependencias universitarias». En el testamento añadirá una cláusula para que esta condición se respete.
Recuerda que «gracias a los desvelos de Jesús Urrea» se creó el Museo de la Universidad (Muva), el espacio en el que, afirma, estas pinturas «deberían estar dispuestas para el deleite del público», requiere el estudioso del arte, confiado en que allí se expongan o sean guardadas en depósito para ser exhibidas en futuras muestras.
Se duele el catedrático vallisoletano de que su ciudad no disponga de un museo dedicado a sus artistas locales, a pesar de contar con un valioso y heterogéneo muestrario que permanece almacenado y sin poder ser contemplado por el público en edificios de la Diputación, el Ayuntamiento o la sede de la Academia de la Purísima Concepción en sede de la Casa de Cervantes. «Es una asignatura pendiente, la creación de un museo de artistas vallisoletanos con todo el fondo disperso que hay, un viejo proyecto –se duele– muchas veces planteado que sigue sin ver la luz, con colecciones estupendas guardadas en naves y depósitos».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.