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Artista precoz y autodidacta, la primera exposición de José Manuel Capuletti (Valladolid, 1925-Walluf, Alemania, 1978) con 16 años en el Palacio de Santa Cruz ... sería el punto de partida de una fecunda trayectoria con el pincel. El 21 de marzo se cumplen cien años del nacimiento del pintor vallisoletano más internacional, «el que desplegó mayor actividad y alcanzó mayor notoriedad y repercusión fuera de nuestras fronteras», sostiene José Carlos Brasas Egido, catedrático jubilado de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid y estudioso de su obra.
El callejero brinda la única referencia pública al pintor en una calle a la que da nombre en el barrio de Covaresa. Algunas exposiciones en años pasados en el colegio de Lourdes refrescaron su estela pictórica y ahora este centenario conmemorativo dará lugar a una doble exposición en torno al artista que preconizó un estilo de marcado influjo surrealista al que no es ajeno el contacto y su admiración a Salvador Dalí.
La sala de la Pasión y el Museo de la Universidad acogerán en verano dos exposiciones –óleos y acuarelas en la primera sede, grabados en la segunda– que glosarán el recorrido de un creador que ganó fama también como diseñador de escenografías y vestuarios para espectáculos y ballets flamencos de bailaores como el también vallisoletano Vicente Escudero, Antonio o Pilar López.
Desmarcado de la corriente pictórica imperante en su tiempo y en su ciudad, imbuida del paisajismo castellano, halló en el mundo del flamenco y de los retratos un nicho artístico tendente a la vanguardia. «Siempre admiró a los maestros del clasicismo y el Renacimiento, principalmente Da Vinci y los pintores italianos; en Valladolid tuvo mucho éxito desde aquellas primeras exposiciones», explica José Carlos Brasas Egido.
Con una facilidad extraordinaria para el dibujo y dotado de una enorme capacidad de trabajo, pronto se hizo un nombre en su ciudad natal antes de dar el salto a Madrid. Allí se relaciona con la compañía del bailarín flamenco José Greco, que le contrata para realizar figurines y el diseño de vestuario y decorado. Una especialidad que acabaría por granjearle renombre como pintor de coreografías de ballet flamenco.
Su ambición por progresar le llevó a recalar en 1951 en el París de las vanguardias, entonces capital del arte moderno con algunas de cuyas galerías trabajó. En la de André Weil –también su marchante– realizó la primera de un abanico de exposiciones tras un tiempo de penuria económica, consolidando su presencia en el ambiente artístico parisino hacia 1954. Allí se inspiraría tanto en el expresionismo y el fauvismo de Georges Rouault como en el surrealismo de los belgas Magritte y Paul Delvaux, con Dalí como influencia circundante. Con ese bagaje diseñaría figurines y decorados del espectáculo 'Arte flamenco', estrenado por la compañía de Vicente Escudero en el Teatro de los Campos Elíseos.
En París su estilo se impregna de un realismo mágico que le lleva a cultivar temas de marcada sensualidad, fue un gran pintor del desnudo femenino con un alto componente erótico, sostiene Brasas Egido. «En esos días pinta día y noche, es un trabajador infatigable con una producción inmensa».
Contrajo matrimonio con Pilar López, bailarina de la compañía de José Greco,que se convierte en una gran impulsora de su carrera a la vez que le sirve de musa y modelo de sus desnudos surrealistas. Sus cuadros alcanzan una elevada cotización, vende mucha obra y eso le lleva a dar el salto a Nueva York, donde empieza a exponer con gran éxito. Son los años sesenta en los que se encomienda a la galería Hammer. A las inauguraciones de sus muestras en Nueva York, en elMuseo de San Francisco y en Los Ángeles acudían actores como Vincent Price, Gloria Swanson, Greta Garbo o Shelley Winters.
Entre la cartera de famosos de Hollywood que adquirieron sus cuadros figuran nombres como Edward G. Robinson, Gladys Lloyd Robinson –gran coleccionista de su obra y a la que inmortalizó en un retrato–, Jean Simmons o el pianista Arthur Rubinstein. En Estados Unidos encuentra un mercado muy propicio para sus pinturas, cada vez más sugestivas, de mayor percepción del dibujo y belleza colorista.
Aquellos años de celebridad dieron paso a la nostalgia de volver a España, donde la prensa se hacía eco de sus éxitos, resume Brasas Egido, comisario junto a Miguel Ángel García de las exposiciones que reunirán su obra en Valladolid. «Se estableció en Madrid con la idea de seguir pintando para su clientela neoyorquina y parisina, pero finalmente en 1968 se afinca en Mairena del Alcor (Sevilla). Allí se compra un cortijo y se hace muy amigo del cantaor Antonio Mairena y de los hermanos Peralta, rejoneadores». De hecho, publicó un libro de 15 grabados sobre el arte del toreo a caballo con sus dibujos y textos de Ángel Peralta.
Son tiempos en los que se populariza el coleccionismo del grabado, arte que le reporta aún mayor celebridad. Fue precisamente en una feria de grabado en Basilea (Suiza), donde tras la ruptura con su esposa, Pilar López, conocería a una joven alemana, Iris Henrich, de la que se enamora y con la que tuvo su única hija, Desirée. «Se trasladan a vivir a Madrid, donde monta su estudio; Iris se convierte en la modelo de sus desnudos de la última etapa, en la que periódicamente vuelve a Valladolid», recapitula Brasas Egido, autor de 'Capuletti.El pintor y su obra', publicado por la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid en 1987 y agotado.
En su ciudad natal protagonizaría cuatro exposiciones en la galería Carmen Durango del Pasaje Gutiérrez, donde mostraría también la serie de grabados dedicada al arte del rejoneo. La última de aquellas muestras tuvo lugar en 1975. «Aquí era un artista querido y recordado, conservaba grandes amigos entre la juventud con inquietud cultural, entre ellos Miguel Delibes y Félix Antonio González, era un hombre sociable, muy simpático».
Fue en Alemania, durante una visita al lugar de nacimiento de su compañera Iris, en la localidad de Walluf, donde moriría a los 53 años, víctima de un derrame cerebral el 28 de septiembre de 1978. Allí está enterrado un artista cuyas pinturas y grabados siguen siendo cotizados en subastas. «Junto a Eduardo García Benito, otro vallisoletano universal que triunfó como dibujante e ilustrador de revistas de moda como 'Vogue' o 'Vanity Fair', Capuletti fue –remacha Brasas Egido– el que desplegó mayor actividad y alcanzó mayor repercusión fuera de nuestras fronteras».
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