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David Trueba prefiere el humor a la trascendencia

El escritor aborda en ‘Tierra de Campos’ una fábula tragicómica sobre la búsqueda de la identidad

samuel regueira

Domingo, 14 de mayo 2017, 18:05

Corría el año 2011 cuando un imprevisto ataque de pánico provocó que Elena Furiase se negase a salir al escenario durante la representación de Crimen perfecto en el Teatro Zorrilla de Valladolid; un incidente que David Trueba rescató para el último episodio, hasta la fecha, de su serie televisiva ¿Qué fue de Jorge Sanz?, con la complicidad de la interesada y del actor de Belle Époque, protagonista, a su vez, de la versión teatral del filme de Hitchcock. Sobre las mismas tablas que Furiase no pudo pisar hace cinco años presentó ayer el director y escritor su última novela, Tierra de Campos, una tragicomedia sobre la búsqueda de la identidad ambientada en un viaje hacia Villafrades de Campos, sobre la que Trueba mantuvo una charla coloquio acompañado por el periodista Francisco Alcántara.

A propósito de ese personalísimo estilo, que funde lo melancólico con lo cómico (¿«melancómico»?), Trueba se encoge de hombros: «Nace de mi manera de contar las cosas, de mi educación en la forma de narrar», declaró. «Me gusta lo contrapartístico, tiene algo de métrica musical y, a mi modo de ver, el sentido del humor finaliza cualquier clase de observación mucho mejor que la trascendencia o la pomposidad». El autor confiesa que aunque se sienta admirador de otras perspectivas narrativa, lleva por norma seguir encontrando el modo de contar las cosas según sus propias reglas: «Te reafirmas a medida que avanzas, además», sostuvo; «no puedes imitar aquello que admiras, tienes que encontrar la forma de adaptarlo prestando oído a tus personajes y a aquello que tienen que contar».

Tierra de Campos narra el periplo de Dani Mosca a bordo de un coche fúnebre en dirección a la comarca de su familia para enterrar a su padre, un trayecto por la planicie castellana («La zona se encuentra cargada de un inmenso potencial narrativo», valoró Trueba) que le servirá, a su vez, como un proceso mental en el que repasa su propia vida, descubre su ausencia de raíces con la tierra y se pregunta, en última instancia, por el sentido de su propia identidad: «Es un título con un doble significado, tanto por el destino geográfico como por la necesidad de reivindicar la tierra, el campo de las necesidades de cada uno; idea opuesta al estado actual de nuestra situación, donde estamos, más que nunca, en manos de los nuevos latifundistas: los imperios gigantes de la telecomunicación».

No es por ello el libro un ejercicio de nostalgia, pese a ser Villafrades un lugar «lleno de recuerdos de la infancia, la primera juventud y los días de verano», sino más bien una reflexión generacional sobre los llamados «hijos de la globalización»; «españoles que se sienten más parte de un concepto abstracto que de la tierra misma, a diferencia de sus padres».

La sencillez en el esfuerzo

La novela está construida con numerosos saltos temporales, atrás y adelante, en los que el protagonista pasa revista a su vida mientras la trama discurre como el fluir mismo de la memoria: «Son 45 años los que se condensan sin que se permita la sensación de que el libro está zozobrando», explicó el autor de Saber perder: «Fue un proceso trabajado y de un gran pulido, pero es imprescindible que el lector no note el esfuerzo y asimile el texto con sencillez, del mismo modo que un arquitecto encuentra su obra ideal cuando parece que el edificio se sostiene, por sí solo, en el aire».

Trueba también valoró su participación como personaje ficticio en El monarca de las sombras, de Javier Cercas, donde le vaticina las «hostias» que le va a suponer publicar una novela sobre la Guerra Civil: «Se necesita a más gente como él para desmontar los arquetipos y añadir complejidad a aquellos con los que no estamos de acuerdo».

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